Los análisis genéticos han establecido que el Ministerio de Defensa no identificó correctamente a ninguna de las 30 víctimas del accidente del Yak-42 de las que se hizo cargo. Con estas cifras no puede hablarse de errores, sino, claramente, de que se decidió tirar tierra sobre un asunto incómodo.

Aún no se ha aclarado, y deberá hacerse en el Congreso, si la decisión de adjudicar identidades no verificadas para que los cuerpos llegasen a tiempo a un funeral precipitado surgió del entonces ministro Trillo o de los generales desplazados a Turquía. Pero la responsabilidad política corresponde al titular de Defensa, y no puede considerarse pagada por los resultados electorales ya que en el momento de votar los españoles desconocían la magnitud de esta chapuza identificatoria, hasta que punto fue irresponsable forzar a los militares a volar en aquellas condiciones peligrosas, y las maniobras posteriores para intentar ocultar los desaguisados.

Como ya ha señalado anteriormente nuestro periódico, la renuncia de Trillo a su acta de diputado sería lo único que certificaría que, después de sus errores, sabe estar a la altura ética de un gobernante democrático que se ha equivocado.