Uno de los aspectos que ha quedado claro en las últimas elecciones europeas es que Rajoy empezó planteándolas como una segunda vuelta, para ir bajando el pistón a medida que se editaban las encuestas, hasta felicitarse ahora, y felicitar a los suyos por el resultado obtenido en la derrota. La política es así: donde dije, digo. Todos ganan siempre, menos Gaspar Llamazares.

Sin embargo, y aunque esta última campaña se olvidará muy pronto, algunos de los argumentarios y lemas del Partido Popular que nada tenían ver con el gobierno europeo han contribuido a perpetuar una serie de políticas obsoletas, con peligrosa carga de fondo, en las que los conservadores se empeñan una y otra vez.

Algunos creíamos que estas defensas acérrimas de los trasvases y las guerras simbolizaban una especie de homenaje a José María Aznar, hoy convertido en un jubilado de postín que escribe libros de autoayuda e ilumina ideas para ayudar a los demás en su camino hacia Washington. Pensábamos que, una vez Rajoy hubiera conseguido desprenderse de su tutela, de su férula, el derrotado PP abrazaría ideologías medioambientales, pacifistas, como aquellas que defendía antaño en la oposición, cuando debía enmascarar su verdadero rostro para deslocalizar a Felipe. Pero Rajoy, lejos de variar el rumbo, ha sostenido la caña hacia los arrecifes de un mar bravío. Ha consolidado a Aznar en el puente de mando. Se ha devenido en un vicario sucesor, en un pálido reflejo. Y por eso ha perdido.

Rajoy ha perdido las elecciones, entre otras cosas, porque sigue defendiendo las intervenciones militares y las operaciones especulativas y antidemocráticas contempladas en el Plan Hidrológico Nacional. Como si todavía no se hubiera enterado de que el próximo día dieciocho de junio, fecha feliz para la comunidad autónoma de Aragón, el ejecutivo de Rodríguez Zapatero mandará a la trituradora del Consejo de Ministros el proyecto del trasvase del Ebro, el líder popular se ha tirado toda la campaña enardeciendo a las masas con la demagogia del agua. En Valencia y en Murcia, como viene siendo habitual, el lema de Agua para todos , fue, simplemente, el eje de la movilización conservadora en el campo levantino, pero es que también en Madrid, en el mitin central del Palacio de Congresos Juan Carlos I, el propio Rajoy utilizó el trasvase como propaganda política, adelantando a su militancia, a voz en grito, que el PP, fiel a su consigna trasvasista, seguirá defendiéndolo, y gritando ¡Agua para todos! . "¡No como Borrell!", remató el orador (aquí, admitámoslo, con razón).

El PP, por lo tanto, hará el trasvase de nuevo, si vuelve a gobernar, y esto es algo que los aragoneses no deben olvidar. Sus diputados europeos, Luisa Fernanda Rudi entre ellos, intrigarán en Bruselas para recuperar la tubería perdida, y hasta los compañeros de Aragón, con Gustavo Alcalde a la cabeza, seguirán lastrando sus programas con el prometido expolio.

El 18 de junio los pondrá fuera de la ley, pero no darán el agua a torcer.¿Estrategia? ¿Obcecación? ¿Vendetta?

*Escritor y periodista