Félix Romeo decía que estaba marcado por su nombre: era un feliz Romeo, un enamorado alegre. Han pasado ocho años de la muerte del escritor, intelectual y crítico zaragozano. Es frecuente que haya un momento, cuando hablas con un amigo que lo conoció, en que te diga: no hay un día en que no piense en él.

Fue una de las personalidades más singulares de la cultura española. Impactaba a cualquiera que lo conociese: por su inteligencia única, su energía maníaca, su curiosidad voraz, su erudición omnívora, su humor gamberro, su generosidad inverosímil. Fue un crítico lúcido y valiente, un defensor de la libertad en la teoría y en la práctica. Tenía opiniones contundentes y era un polemista entusiasta. Creía en la amistad y en presentar a la gente. Unía a generaciones y marcó a muchas personas. Dedicó tiempo a ayudar a otros: siempre estaba recomendando películas o libros, regalando ideas o títulos, imaginando proyectos que podían ser geniales o imposibles, o las dos cosas a la vez. Aunque tu estética fuera distinta a la suya intentaba pensar qué era lo que te convenía en ese momento. No había impostura en eso: para él era algo natural, formaba parte de la conversación.

En Debolsillo están recogidos en un solo volumen los cuatro libros que planeó publicar (dos novelas y dos récits). Dibujos animados es una bella novela iniciática. Discothèque es un libro posmoderno y torrencial, que crea un imaginario donde se mezclan la erudición y lo pop. Frente a esa novela polifónica, los dos últimos libros de Félix eran contenidos, esenciales y secos: Amarillo, el relato estremecedor del suicidio de su amigo, el escritor Chusé Izuel, y el póstumo Noche de los enamorados, una investigación sobre su compañero de celda en Torrero, donde Félix Romeo cumplía condena por insumisión. Santiago Dulong, el compañero de celda, había estrangulado a su mujer. Es entre otras cosas una obra sobre la violencia de género, sólida, pionera y profunda. Eva Puyó e Ismael Grasa recopilaron tras su muerte sus relatos en Todos los besos del mundo y algunos de sus artículos en Por qué escribo (ambos en Xordica), quizá el libro que mejor muestra la personalidad de Félix.

Muchas veces me pregunto qué pensaría o escribiría Félix Romeo de alguna cosa que sucede: de un conflicto político, de una polémica cultural, del Nobel de Literatura que se entrega hoy. Pero más que eso echo de menos la conversación. Félix era un intensificador de la experiencia: cuando estabas con él sabías que la vida era más rica y apasionante de lo que habías sospechado. H @gascondaniel