Se ha convertido ya en una tradición. Una bella norma autoimpuesta que no puedo ni quiero evitar cada vez que llega este mes y tu día. Porque sigo fascinada con tu manera de moverte en la vida. Porque, ahora que empiezas a conocer algunos de los códigos necesarios del comportamiento humano, te resistes a asumir algunos. Porque sigues desprendiendo una ternura similar a la del día en que llegaste a mi vida, ya sea hablando de multiplicaciones, de goles o de cromos y cometas.

Conservas, y espero que por muchos años, esa bondad tan natural y tan pura. Esa manera tan tuya de elegir siempre el bando adecuado. El bando que puede ser perfectamente el de los perdedores si ganar te supone hacer daño a alguien.

No hace mucho estabas jugando a un videojuego con otros niños. Dejaste el mando de la consola y viniste llorando. Otro niño me contó que te habían llamado cobarde. Y la razón era que te habías negado a acabar con la vida de un alienígena, otro jugador que era más pequeño, que tenía menos años que tú.

No querías hacerlo y decidiste retroceder en el juego por otro camino, aunque sabías que ibas a perder la partida. Elegiste el bando de los buenos. Aunque eso te costara una derrota, un reproche y una llantina.

Hoy me acuerdo también de aquel día que volvíamos juntos en un tren y, en lugar de emitir una película para niños, comenzó el programa Radio Gaga, de Quique Peinado y Manuel Burque. El capítulo iba de la gente que vive en la calle, los sin techo. Y me pediste verlo, aunque era «para mayores». Me reservo para el mejor rincón de mi memoria tus reflexiones cuando terminó.

Y también en ese mismo lugar voy a colocar la imagen de la sonrisa imbatible del abuelo cada vez que le cuentas con detalle el resultado, los goles, las tarjetas y todo tipo de datos de la Cultural Leonesa. Esos y otros ratos compartidos que hacen que toda una vida, a sus 80 años, haya merecido la pena.

Guardaré el recuerdo de tus primeras canastas con tus miradas a la grada para comprobar que no me había perdido ningún detalle de nuevo por culpa del móvil. Guardo también el gesto de tus manos pasando las páginas de tu libro preferido: Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes. Tus «cada noche dos historias, mamá» y tu cara de asombro ante situaciones que te parecen injustas. Tus «te voy a contar cómo me ha ido el día» un minuto antes de quedarte dormido.

Este año ya no te muerdes las uñas, pero te siguen aterrando las mismas pesadillas. Y este año también nos seguimos hablando a través de nuestras canciones, aunque ahora ya eres tú mismo quien me descubre algunas nuevas. Asoma de nuevo este mes de octubre. Mi preferido. Un año más. Y ya van ocho... <b>*Periodista</b>