El regreso de los españoles que viven en el extranjero se ha convertido estas navidades en el principal reclamo de informativos y programas de televisión. Las cámaras hacían guardia en los aeropuertos a la espera del abrazo como si del final de una película se tratara. Aunque escaseaba la profundidad y el espíritu crítico, la fórmula del reencuentro, aderezada con una banda sonora, unos primeros planos y alguna imagen al ralentí ha funcionado. Era una apuesta segura, siempre lo ha sido, el motivo del reencuentro ya era el eje central de las epopeyas clásicas y de las novelas bizantinas. Media España, convertida en Penélope hilandera, se ha emocionado presenciando el retorno a sus casas de algunos de esos cientos de miles de españoles que se han ido. "No nos vamos, nos echan", reza el lema de estos exiliados, la mayoría jóvenes, que han comenzado a organizarse en el extranjero para vencer al enemigo, aunque esta vez está más dentro que fuera. Por si quedaban dudas, el Gobierno sorprendió en esas fechas, como si de un ataque por sorpresa se tratara, con el desamparo sanitario. El día después de Navidad, de un modo muy prosaico (con las enmiendas incluidas en los Presupuestos Generales del Estado para el 2014), limitó la condición de asegurado a quienes residan en España, lo que deja fuera --según el Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social-- a quienes "superen los 90 días a lo largo de cada año natural" en el extranjero. El Gobierno, aunque trate ahora de arrojar dudas, desampara así a quienes salen a buscar un trabajo, no solo durante su estancia en el extranjero, sino también a su regreso a España, al menos por un año, complicando aún más su odisea.

Periodista y profesor