Se va el año terrible con estos miles de muertos y ya no hay consuelo ni nada. Decenas de miles de muertos y desaparecidos bajo esas olas gigantes. Nadie sabe explicar porqué no avisaron de alguna manera, por teléfono, a las autoridades de esos sitios condenados, para que desalojaran, evacuaran, evitaran al menos algunos miles de tragedias. El mundo funciona peor que mal, aunque cada mañana tendemos a pensar o sentir lo contrario, más sentir que pensar, si lo pensáramos no nos levantaríamos, o no nos acostaríamos, o nada. El mundo funciona un poco por casualidad, ni siquiera por comercio o negocios, ni siquiera funciona por comisiones o intermediarios, que es lo que solemos pensar o sentir en los mejores momentos, cuando tenemos un poco de vigor para el optimismo, o para echarnos a vivir otro rato, como si no pasara nada. Como si no hubieran desaparecido de repente de la faz de la tierra casi 100.000 personas, quizá más, nunca lo sabremos, y eso también forma parte de la tragedia, del desorden de este mundo informatizado a medias, a ratos, a zonas, este mundo en el que todo está registrado y cada criatura consta en un cuaderno, un renglón, en alguna parte. Anotarlo todo, consignar a cada criatura, catalogar al último osezno y al penúltimo nativo de donde sea o fuere. Luego se detecta con unas horas de adelanto lo que va a pasar --lo que va a pasar-- y no hay forma humana de llamar por teléfono a alguien para que al menos tenga un hilo de esa información. Eso es lo que se le presuponía a dios, a los dioses en general, saber qué va a ocurrir y no avisar, no poder avisar, una de sus muchas limitaciones, para no interrumpir en el libre albedrío, en el curso natural --¿natural?-- de las cosas, de las no-cosas. No poder avisar, tener esa información, tan cara, tan costosa, tan sofisticada, y que no haya servido para nada. Eso da la mayor impotencia. Y no saber nunca qué ha pasado con cada persona, cada cuerpo que con suerte ha acabado en una bolsa, desinfectado de urgencia, en una foto o un vídeo confuso, entre miles de cuerpos más, se va el año con este descomunal fallo de la ciencia y la tecnología selectiva, tan costosa, tan barata ahora, infinitamente barata ante todas esas vidas que se han perdido. La humanidad podría unirse tras este aviso descomunal, podría reflexionar un minuto y cambiar algunas cosas, tantas cosas.

*Escritor y periodista