Las últimas encuestas son amables como nunca con Ciudadanos: pueden arrebatar un millón de votos al PP (incluso más) y colocarse en condiciones de disputar el Gobierno. Quizá entre las razones esté el nuevo voto joven, que por fin la lacra de la corrupción tenga reflejo en los sondeos o simplemente que los influyentes poderes parapolíticos que sí miran a lo lejos cambian de caballo ganador. Podría ser en parte una cuestión generacional que desconfía del bipartidismo: según datos del CIS del pasado año, el 57% de los votantes del PP tienen más de 55 años de edad, mientras que solo un 12,5% de sus electores cuentan menos de 35. Una proporción similar se da en los votantes del PSOE.

Por otro lado, la formación naranja insiste en un mensaje de regeneración, pero en la práctica su interpretación de qué es y no es corrupción y su nivel de exigencia ha sido laxa y condescendiente, permitiendo que los populares ningunearan una y otra vez lo firmado en el pacto de investidura de Rajoy, aquel al que «nunca» -que, según la RAE, significa «en ningún tiempo» o «ninguna vez»- iban a hacer presidente. Ahora amenazan incluso con rechazar las cuentas del 2018 si el PP no desaloja a sus corruptos varios, pero ya veremos.

Cs se sirve de una palabra mágica, estabilidad, para sacrificar la coherencia, aunque ello tampoco se haya traducido favorablemente en el día a día del Congreso. Con su aquiescencia, en el 2017 España ha vivido la menor actividad legislativa en 40 años de democracia, según la CEOE. También son cómplices del abuso del veto por motivos económicos del frenazo de 43 leyes en un año, incluidas la derogación de la Lomce o el aumento del salario mínimo.

A más a más, nunca mejor dicho, el caso catalán les ha sacado su vena más recentralizadora (no olvidemos que no tienen baronías a las que contentar; como mucho Arrimadas, ni siquiera Villacís). El ahora yerno de España fue elegido líder en su día por orden alfabético, se presentó desnudo, echó a andar por la senda que marcó Rosa Díez en UPD, aprovechó el camino que abrió el 15-M presentándose como el antiPodemos y actualmente busca confirmación como un Macron local . Tras pasar por el euroescepticismo y la socialdemocracia, se ha convertido al «populismo de gesto serio» (Esteban Ordóñez dixit) del macronismo. Eso sí, la insólita batalla por el voto que se avecina en la derecha española puede suponer para él toda una ventana de oportunidad. O de oportunismo. H *PeriodistaSFlb