Tengo una excelente noticia: hace una semana que Pedro Sánchez ganó la investidura y no ha llegado el fin del mundo, ni se ha hundido España, ni se ha roto nada. Por el contrario, lo que se ha manifestado es el ADN antidemocrático de las derechas que no aceptan el resultado de las elecciones cuando pierden. No saben perder, no aceptan que España no es suya, al menos no en exclusiva, y vuelven a la estrategia de siempre: crear crispación, resucitar a ETA y utilizar a las víctimas, amenazar con la catástrofe, insultar, mentir, hacer llamamientos a la oración, intentar tamayazos, llamar a la intervención militar, instrumentalizar al Rey, intentar amedrentar a los diputados, crear un ambiente guerracivilista, con amenazas de muerte incluidas a alguno de Teruel. ¿Qué más se puede hacer? Menudo catálogo de prácticas contra la democracia. No sé si ha nacido ya una generación que, liberándose de la herencia de la dictadura, sea capaz de representar una derecha liberal, moderna, europea y democrática. Estos de ahora han sido incapaces. Por el contrario, en la ruptura de su unidad han florecido las ideas que siempre han tenido y habían ocultado. Pero no se puede caer en la trampa del conflicto territorial y la exacerbación de los sentimientos nacionalistas por muy importante que sea el problema. Lo importante es lo que parece haber quedado latente: el modelo de sociedad que hay que construir. Una sociedad solidaria o el individualismo egoísta neoliberal, un Estado que cree mecanismos de igualdad u otro que profundice la desigualdad. Los próximos años van a ser difíciles pero como diría Gramsci, al pesimismo de la razón debe aunarse el optimismo de la voluntad. Y mientras tanto, tranquilidad, mesura, sosiego, y algún almax de vez en cuando.

*Profesor de universidad