El conocimiento del teorema de Pitágoras o de la aceleración de la gravedad ya puntúan igual que el Padre Nuestro. Una matrícula de honor en virtudes teologales compensa un aprobado raspado en la evolución de las especies. A no ser que el plan de estudios del Ministerio Yo Me lo Guiso y Yo Me lo Como Con Olor a Sacristía imponga el creacionismo en el primer trimestre de biología y así poder festejar la Navidad sin que en los apuntes haya aparecido un tal Charles R. Darwin. En tal caso, la teoría de los vasos comunicantes tendría un plus de nota y los avezados alumnos que transiten por ella serán acreedores de un viaje con todos los gastos pagados a Nuestra Señora de Lourdes, centro del saber donde los haya. Las partidas para tan erudita inmersión se pueden detraer del Fondo Nacional de I+D destinado a los contratos de científicos de alto nivel del programa Ramón y Cajal, como ya se ha hecho con Diego Martínez, nombrado mejor físico europeo joven por la Sociedad Europea de Física y al que se le ha negado la beca que solicitó en ese programa. Igual es que no les gusta su bigote y perilla desaliñada, con esa camiseta negra que evoca el estilo 15-M, o que la tabla de los elementos haya desplazado de su memoria el espacio que debían ocupar los Diez Mandamientos. Que se busque la vida, deben pensar. Mira lo bien que le ha ido a Nuria Martí en Oregón, coautora del trabajo de clonación de células madre, tras aplicarle un ERE en el Centro de Investigación de Valencia. Aquí ya nos especializaremos en FP.