Por encima de otros temas y debates, la pasión trasvasista del presidente del Gobierno ha copado titulares a su paso por Calatayud.

No era para menos. En tono apasionado --retador, incluso-- José María Aznar, en su primer y al parecer último acto electoral en nuestra comunidad autónoma, se manifestó "orgullosísimo" de haber hecho aprobar en el Congreso de los Diputados, a golpe de pito y trueque, el Plan Hidrológico Nacional.

Fue ése, en efecto, y no otro, el momento cumbre de su intervención en la tribuna de oradores. Su gran baza, su gran apuesta, su pancarta electoral. ¡Trasvase, sí¡, vino a exclamar el líder. ¡Trasvase, ya¡

Si alguien, a estas alturas, alentaba alguna esperanza, siquiera mínima, de que Aznar, como Mas, como Durán i Lleida, fuese a dar marcha atrás en sus depredadores planes, lo conocía mal. Este implacable político se ha juramentado para extraer 1.200 hectómetros cúbicos del Ebro a fin de abastecer a los tomateros de Murcia y a los golfistas de Almería, y así lo hará, dejando Aragón más seco que Mauritania. Pervertirá la unidad de cuenca, el equilibrio ecológico y natural, y dará más a los que ya tienen, quitándoselo a quienes lo precisan. Calumniará al opositor, censurará, manipulará; mentirá, si es preciso. Pero todo ello sin despeinarse, con orgullo patrio, bajo el principio y el paraguas de la "solidaridad".

Al verlo tan entero, tan seguro de sí mismo y de sus lemas, la militancia local, algo alicaída, recibió con entusiasmo la inyección de moral. En el restaurante bilbilitano, cuando Aznar remachó la orden de trasvasar, todos, como un solo hombre, prorrumpieron en entusiastas aplausos. Gustavo Alcalde, el mártir levantino, veía al fin reconocida su labor. Santiago Lanzuela se pelaba las manos. Luisa Fernanda Rudi --"Aragón es mi pasión"-- saltaba de gozo. Pepe Atarés estuvo a punto de soltar un !bravo! Hasta los jóvenes cachorros, y los recién llegados, como Domingo Buesa, se admiraron de tanta determinación y buen juicio. Aznar gobierna y trasvasa allá donde va, con un par, o sin.

Orgullo y pasión. Convicción y firmeza. Patria y ley. Mano dura (Carlos Aragonés). En pocas horas, gracias a la visita del general en jefe, la campaña del PP, que no pasaba de ser una guerra de guerrillas, ha salido a campo abierto. España entera reclama el trasvase. Aragón está dispuesto a ceder su oro líquido en aras de la solidaridad con Valencia. EL PSOE y el PAR prevarican con dinero público. La Diputación General intoxica al pueblo. Marcelino Iglesias es un tramposo, ha calumniado a los hombres y mujeres que procuran la grandeza de España. Los catalanes protegen a Carod. En consecuencia, el electorado baturro, elemental y simple, y algo tardo en reaccionar, se rendirá fácilmente en las urnas.

Orgullosos y fieles, imbuidos de fe, armados con el estandarte del trasvase, con la conciencia tranquila, la razón divina y el parabién de la historia, los candidatos conservadores han salido a predicar el evangelio monclovita, la cruzada del agua. Dios, España y Aznar los amparan. El resto es engaño, heterodoxia, prensa sectaria, calumnia, baja pasión.

*Escritor y periodista