Rebasado el ecuador del torneo, ya puede afirmarse que el Mundial de Rusia pasará a la historia por el equipo campeón, como siempre, y por la introducción del videoarbitraje, la gran novedad del campeonato. Pese a todas las reticencias que ha provocado en un mundo tan tradicional como el fútbol, las luces son mucho mayores que las sombras con la llegada del VAR. Ya no se trata de rearbitrar los partidos, sino de corregir los inevitables errores humanos de los colegiados. Así ha ocurrido en este torneo donde, por ejemplo, se ha pulverizado el récord de penaltis en un Mundial. Donde no llega el ojo humano sí lo hace la tecnología para sancionar las acciones punibles. La selección española también se vio beneficiada por el VAR en su último partido ante Marruecos, pero ha de acabar el tiempo en que los partidos se decidían por cuestionadas decisiones de los colegiados que las repeticiones televisivas dejaban en entredicho. Es cierto que la implantación del videoarbitraje provoca demoras en el desarrollo de los partidos, pero no tan graves como se llegó a temer. Por no hablar de cómo en ocasiones las pérdidas de tiempo de los jugadores son igual de significativas en ese sentido. Hay que celebrar, por lo tanto, que el fútbol -que mueve tantas pasiones y millones- se ponga al día con la incuestionable ayuda de la tecnología para impartir justicia.

El Día del Orgullo fue una jornada de movilización gay. Después, una gran fiesta que celebraba el derecho a poder ser lo que cada cual quisiera. Recientemente se ha convertido en una explosión social jubilosa y reivindicativa que exhibe la diversidad de opciones sexuales, pero también de cualquier otro rasgo de la personalidad. Los estereotipos tradicionales, las imposiciones culturales y sobre todo religiosas, las obligaciones y las normas represivas se han quebrado ante el empuje de millones de españolas/es que no se conforman ni aceptan encerrarse en un armario ni quieren fingir un solo segundo.

España es un país donde la libertad personal, en su verdadera dimensión, llegó hace relativamente poco. Pero aquí, sea por el influjo mediterráneo, por la naturaleza sincrética de nuestra cultura o por pura reacción a los decenios y siglos de opresión y dogma, los derechos individuales han sido asumidos y reclamados por amplios sectores de la población. La tolerancia es una característica de nuestra sociedad, mal que les pese a quienes se empeñan en desatar fobias de cualquier tipo. El respeto a los demás, a sus opciones y aspiraciones, no ha sido anulado por la estrechez de miras ni por las imposiciones. Aunque siguen intentándolo.

De eso hemos de estar orgullosas/os todas/os. Y podemos celebrarlo como nos plazca, respetando siempre la libertad ajena. Libres e iguales.