Este martes se cumplieron 70 años de la muerte de George Orwell. El autor de '1984' es un escritor de su tiempo: estudiante de Eton y admirador de la literatura de las vanguardias, pertenecía a la generación comprometida de los años treinta. Como señaló Christopher Hitchens, acertó a distinguir tres enemigos esenciales: el imperialismo, el fascismo (que vino a combatir a España) y el comunismo (que conoció también aquí) Denunció el colonialismo y trazó fábulas que ayudaron a explicar el totalitarismo: '1984', 'Rebelión en la granja' se convirtieron en dos de las obras centrales de la Guerra Fría.

Entre las ironías de la historia de esos libros están la azarosa publicación de 'Rebelión en la granja' (el manuscrito sobrevivió a un bombardeo, fue rechazado por T. S. Eliot y desdeñado por una editorial que decía que en Estados Unidos no funcionaban las historias de animales… en el país de Disney, como recordaba Hitchens), que personas sometidas a los regímenes comunistas pensaran que '1984' era el libro que mejor contaba sus sociedades, que la experiencia real de Orwell con el totalitarismo fuera en España o que el éxito de esas novelas oculte el mérito de otras obras. Y, al mismo tiempo, Orwell es nuestro contemporáneo. Sus relatos se usan para hablar del control de gobiernos y grandes empresas, la noción de los hechos alternativos recordaba a sus temores por la desaparición de la idea de verdad objetiva, su descripción del lenguaje político y sus eufemismos sigue siendo iluminadora, así como su crítica al sesgo partidista. De una forma más intuitiva que sistemática es uno de los padres de los estudios culturales, su periodismo es muy influyente, su crítica literaria es perspicaz y una novela como Subir a por aire contiene una preocupación ambiental que nos resulta cercana.

'Homenaje a Cataluña', que vendió 700 ejemplares, es el libro decisivo de Orwell. Transcurre en buena parte en Aragón. Hace unos meses Miguel Mena corrigió un error editorial sobre la ubicación de unas trincheras desde las que veían las luces de Zaragoza. Los milicianos hablaban de que al día siguiente tomarían café en Huesca. La toma siempre postergada de la ciudad se convirtió en una broma entre las tropas, y Orwell decía que si volvía alguna vez iría a tomar ese café. Muchas de las mejores cosas de Orwell están en ese libro: la claridad expositiva y el afán empírico, la perspicacia y el coraje, cierto romanticismo ingenuo que convivía con la capacidad de, en sus propias palabras, afrontar hechos desagradables, y la honestidad intelectual que le permitió hacer lo que elogiaba de él Félix Romeo: atreverse a estar solo. @gascondaniel