El encadenamiento de la salida a la luz de las incorrecciones y negligencias que cometió el anterior Gobierno en torno al accidente del avión militar, la divulgación de testimonios que demuestran sus fallos de previsión respecto del terrorismo islamista antes del 11-M y su falta de respeto a la verdad tras el atentado, y los últimos incidentes de Aznar han tensado al Partido Popular. Pero la respuesta de sus portavoces no ha consistido precisamente en reconocer estos errores: han desplegado un contrataque agresivo, insinuando graves tropelías de quienes les critican.

Quizá porque el PP debe guardar buen recuerdo del rendimiento que obtuvo del clima irrespirable que creó hace 10 años, cuando desplazó al PSOE del poder, hay salidas de tono del portavoz Martínez Pujalte que apuntan hacia un intento de repetir el ambiente antisocialista. Pero a Felipe González no le descabalgó el antisocialismo, sino el GAL, Filesa, Roldán y otros errores propios. Y ahora, en todo caso los escándalos son del PP. Pero esa estrategia apunta a volver a vender la idea de un supuesto sometimiento débil de Zapatero a Cataluña y la ruptura de la unidad de España. Podemos tener un otoño políticamente tormentoso.