Pese a su fuerza arrolladora y una innegable capacidad de crear eslóganes No hay pan para tanto chorizo; No es una crisis, es una estafa; Apaga la tele, enciende tu mente, el movimiento que surgió el 15-M del 2011 no dejó un cancionero significativo. Nada que ver con la gigantesca eclosión de la canción protesta en las postrimerías de la dictadura y los primeros años de la democracia, cuando muchos cantautores se convirtieron en héroes del antifranquismo. En los años 80, la mayoría de ellos se hartaron y dejaron aparcadas sus guitarras. Pero hete aquí que el subidón soberanista, la irrupción de Podemos y la cada vez más airada crítica a los poderosos ha reverdecido los viejos himnos. L'estaca, de Lluis Llach, es un clásico de las asambleas de Podemos. Paco Ibañez, celebra sus 80 años con un concierto en el teatro de la Maestranza de Sevilla. Otros, como Serrat o Víctor Manuel, conmemoran sus 50 años de carrera con discos llenos de viejas apelaciones a la libertad y a la justicia. Mientras, se suceden los homenajes al añorado José Antonio Labordeta, cuyas canciones se siguen coreando en todo tipo de actos reivindicativos.

Es una rareza histórica que en una época de profunda crisis lo que triunfe entre los jóvenes sea el pop insustancial. La canción protesta emergió en las dictaduras, como el punk lo hizo en las crisis industriales de finales de los 70. Pero más curioso aún es que los tiempos nuevos que se anuncian tengan la banda sonora de una época que se fue.

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