La senda de desaceleración económica se abre paso en los espacios informativos , recogiendo las previsiones del Banco de España y del INE que ratifica la caída del consumo y de la inversión, pero destaca el aumento de la tasa de ahorro de los hogares, los que pueden, que crece, ahondando en el clima pesimista. Las señales de riesgo siguen parpadeando y si hace bien poco todavía se insistía en la fortaleza de España frente a los nubarrones que se cernían sobre otras economías, ahora ya se acepta el otoño inestable que se avecina. Y esa sensación ya es evaluada por los partidos en la recta que lleva a la campaña del 10-N por el grado de incertidumbre que puede causar en los electores y que estos intuyan la repercusión sobre sus bolsillos.

La previsible mala evolución de la Encuesta de Población Activa (EPA) a finales de mes, que podría verse confirmada con el dato del paro que se conocerá el 5 de noviembre incide incluso en las fechas del debate electoral. El PSOE lo propone para el día 4 y el PP para el día siguiente, con munición calentita, si se da el caso.

Así están las cosas. Y es que los miedos aún persisten tras la experiencia de la última crisis y sus consecuencias como refleja el último informe del Consejo Económico y Social de Aragón: en la comunidad se ha recuperado el nivel de riqueza perdida desde el 2008, pero solo el 60% del empleo. Y mientras la Airef ve «manejable» el problema de las pensiones, con revalorizaciones vinculadas al IPC, el Banco de España propone que se estudien fórmulas como la hipoteca inversa o vender la vivienda al banco a cambio de una renta anual que complemente la jubilación. Escenarios económicos pasados, presentes y futuros que penden sobre todos.

*Periodista