Cuando peor están las economías domésticas, con pocas becas de comedor y de material escolar, y con los padres ya organizados para evitar un desembolso excesivo (entre 130 y 300 según sea Primaria o Secundaria), la ley Wert irrumpe como un elefante en una cacharrería. La reforma educativa supone un cambio en los libros de texto que obliga a los editores a rehacerlos. Y seguramente, a subirlos de precio. Todos los bancos de libros y mercadillos constituidos para minimizar el coste del inicio de curso se van al traste. Y lo que es peor, la DGA ha dicho que no va a cambiar su política de ayudas.