Podría pensarse que al ministro de Defensa, José Bono, se le calienta la boca en alguna ocasión y dice cosas inconvenientes. No es el caso de su intervención con motivo de la celebración de la patrona de Infantería, llevaba escrito el discurso que iba a pronunciar y por lo tanto es de suponer que lo que dijo, después de meditarlo, es lo que quería decir.

El caso es que sin venir a cuento hizo un discurso totalmente conservador --lo podían haber firmado muchos dirigentes del PP-- recurriendo a tópicos de la derecha, a rechazar mayores cuotas de autogobierno, a considerar antiespañol a quien concibe otro modelo de Estado y, aunque afortunadamente no se refirió a la invasión de los árabes en el siglo VIII, sí recordó a los Reyes Católicas y la toma de Granada. Vamos, todo un paradigma de flexibilidad, tolerancia y sentido de la oportunidad.

O al ministro de Defensa le faltan argumentos para defender el papel constitucional del ejército en la España del siglo XXI o, de tanto intentar pescar en los caladeros de la derecha, se ha quedado instalado en ese espacio político.

Si lo que pretende el ministro es proyectar una imagen positiva del ejército, no lo va a conseguir con intervenciones como la del pasado día 8, ni manteniendo en instalaciones militares símbolos preconstitucionales o páginas web en las que se considera a los marxistas peligrosos subversivos. Tampoco está contribuyendo a crear un clima apropiado para discutir la reforma de la Constitución propuesta por el Gobierno del que forma parte. Para hacer políticas de izquierda es necesario que en la sociedad calen los valores de izquierda y que entre los ciudadanos y el gobierno se produzcan las suficientes complicidades y colaboraciones como para vencer las resistencias que cualquier cambio produce. Comportamientos como el del miércoles no ha sido el único, empujan en sentido contrario, propagan ideas conservadoras y generan confusión y desconfianza.

*Sindicalista