Vuelve la convulsión en las bolsas, con caídas generalizadas, porque la cotización del barril de petróleo para los próximos meses supera los 37 dólares. El dato empaña las previsiones optimistas de crecimiento del 2004, que por primera vez desde hace décadas se extendía a las tres principales economías del mundo (EEUU, Unión Europea y Japón). La inestabilidad en las principales zonas de producción petrolífera, sobre todo Irak, combinada con el crecimiento de la demanda de países emergentes como China, ha sembrado la alarma por la posible escasez de crudo. Arabia Saudí, pese a no ser inmune a la crisis de Oriente Próximo, ha ejercido su liderazgo en la OPEP y anuncia el aumento de la producción.

En España, como en el resto de la UE, nos beneficiamos aún de un tipo de cambio del euro frente al dólar que amortigua el traslado de la escalada de los precios de las materias primas a la gasolina y a otros productos. Pero en cuanto esa ventaja se desvanezca, volveremos a encontrarnos con nuestros viejos problemas derivados de la dependencia del petróleo, que afectan a todo el sector del transporte y a la producción agrícola más mecanizada. Son datos preocupantes, aunque sean coyunturales.