Según una encuesta elaborada por el Instituto de Evaluación y Asesoramiento Educativo (Idea) del 22 de abril, el 93% de los profesores encuestados está satisfecho con su actividad profesional, pero sólo un 13% está de acuerdo con que la repetición de curso es una medida adecuada para resolver o mejorar el fracaso escolar, tal como propugna la ley educativa del PP, conocida como LOCE. Llaman mucho la atención estos datos, pues la exministra de Educación, Pilar del Castillo, que tanta paz ha dejado, afirmaba con su característica rotundidad y aplomo que había consultado para implantar su contrarreforma a "la inmensa mayoría del profesorado". Sin embargo, la realidad era y es muy otra: consultó sólo a la derechona del mundo educativo, que le regaló sus oídos con sus ayes y sus apocalípticos diagnósticos sobre la educación española, víctima, según ella, de los malvados socialistas y su LOGSE.

¿Hay alguien que, desde una sana y objetiva experiencia educativa, pueda afirmar que, salvo contadísimas excepciones, un mal estudiante variará su rumbo y mejorará su rendimiento escolar por el simple hecho de repetir curso? ¿Ateniéndonos a los hechos, cambiarán su actitud y los resultados académicos o más bien la medida contribuirá a sentirse proscrito en un grupo de chavales de menor edad y tenido por intelectualmente inepto? En buena parte de los casos, determinar que un alumno repita no tiene como objetivo dotarle de más y mejores oportunidades de cambio, sino sólo que asimile y reproduzca convenientemente el curso siguiente los contenidos contemplados en la programación general.

EL 71% DEL profesorado muestra también su disconformidad con implantar itinerarios a partir del segundo ciclo de la ESO, ya que de hecho resultan discriminatorios y demasiado prematuros para esa edad. Muy a menudo, las deficiencias escolares de una parte del alumnado son estructurales, es decir, se deben a las carencias existentes en que se desenvuelven dentro de su entorno familiar y social. Dirigirles a los 14 años hacia un itinerario determinado, que de hecho les cierra casi todas las puertas salvo la estrictamente laboral, no es una medida educativa, sino más bien una dejación de obligaciones y una condena.

En este mismo contexto es donde hay que enmarcar los deseos de buena parte del profesorado de que las familias deberían ocuparse más por la educación de sus hijos: existe una cierta correspondencia entre las familias desorientadas a la hora de educar (no sólo en el sentido escolar) a sus hijos y esos mismos hijos que denotan las carencias que padecen y heredan. Así como en algunos casos resulta baldío exigir a unos chavales de doce años un comportamiento, unas actitudes y unos intereses que no han aprendido jamás por no existir en sus casas, de igual forma carece de sentido presuponer en sus entornos familiares unas inquietudes y un interés por aprender a educar y formar a sus hijos, ya que las formas de vida y las relaciones existentes en esos hogares son primarias.

A lo largo de los ocho años de mandato del PP, la derechona más agria, nostálgica y vindicativa ha ido enseñoreándose del mundo de le enseñanza. Uno de sus mayores logros ha sido que los directores de los centros sean elegidos en último término por la Administración. Antes un director era un profesor más del centro, elegido de entre y por sus propios compañeros y por el consejo escolar; es decir, surgía con criterios y procedimientos netamente democráticos.

SIN EMBARGO, la LOCE permite que pueda aparecer una suerte de ovni de cualquier sitio, sin conocimiento del centro que aspira a dirigir, aposente sus reales por decreto en el despacho del director, y aplique los criterios de la Administración a la que directamente representa, así como también las medidas sancionadoras para los que su cargo ya está habilitado. ¿Recuerda alguien el centralismo democrático reinante en algunos partidos de la izquierda más ortodoxa? ¿Recuerda alguno de ustedes el concepto de democracia orgánica vigente en el régimen franquista?

Uno de los criterios más objetivos y fieles para determinar la calidad y la excelencia de un determinado sistema educativo es su capacidad para suscitar el interés y el gusto por aprender y saber entre el alumnado, así como también la atención real a la diversidad. Pilar del Castillo consultó primordialmente a los suyos. ¿Llegará un día en que alguien preguntará también al alumnado? ¿Tantos resquemores o tantas prevenciones suscitarían sus respuestas?

*Profesor de Filosofía