La situación actual del mercado del petróleo no responde únicamente a la situación política en Oriente Próximo, donde están la mayor parte de las reservas conocidas.

Ya en los últimos meses se viene registrando un aumento de la demanda de petróleo en el mundo, en gran parte debido al extraordinario crecimiento de las economías de China y la India y, en parte, por la reducción de las reservas estratégicas de Estados Unidos, por el consumo intenso de los potentes automóviles que se fabrican. Por el lado de la oferta, se sabe que fuera de Arabia Saudí, que todavía tiene una gran flexibilidad en su producción, casi todos los países productores están extrayendo cerca del máximo de su capacidad. De manera que, aunque quisieran, no podrían responder rápida y masivamente a un cambio de estrategia de la OPEP para enfrentar los aumentos de la demanda, u otro tipo de problema.

En esta situación básica de tensión entre una demanda desbocada y una oferta de lenta respuesta, las incertidumbres políticas de Oriente Próximo no pueden menos que empeorar la situación.

El semanario norteamericano The Economist estima en ocho dólares el aumento de precio que se puede adscribir a las expectativas de que las instalaciones petrolíferas sufran un atentado.

Podemos aparcar la cuestión del terrorismo por un momento y estudiar el guión de una subida de los precios del petróleo que gradualmente, en dos o tres meses, llegue a los 50 dólares el barril. ¿Qué pasaría entonces? El precedente histórico de esta situación es naturalmente el choque petrolero de los años 70, que llevó a las economías occidentales a la dolorosa stagflation o estanflación , es decir, estancamiento con inflación, que acabó con la prosperidad de los años 60. Es muy difícil que se repitan dos coyunturas económicas, pero siempre pueden empeorar.

EN LOS AÑOS 70, el mundo no estaba preparado, ni administrativa ni tecnológicamente, para una subida que multiplicó por 20 los precios del petróleo. Ahora estamos más preparados, conocemos alternativas energéticas y disponemos de una panoplia de medidas para ahorrar en el uso de la energía. Si el barril llegara a los 50 dólares, tendríamos que poner en marcha algunas de estas medidas, desde el racionamiento a la regulación del uso de la gasolina para reducir las importaciones de petróleo.

Algún cambio tecnológico será necesario. De otra manera nos enfrentaremos con un deterioro muy grande de la balanza de cuenta corriente en España y en toda Europa, donde, fuera del Reino Unido y Noruega, no hay productores de petróleos y todos somos importadores.

Un déficit paneuropeo de cuenta corriente vendría a sumarse a otras variables que tienden a frenar el crecimiento económico en la Unión. Sin crecimiento aumentaría el desempleo, naturalmente. Pero la inflación aumentaría, al trasmitirse a los sectores productivos de la economía la subida del precio de petróleo. Tendríamos una forma moderna de estancamiento con inflación.

ES POSIBLE que la ahora imprevisible evolución del euro a corto y mediano plazo pudiese contribuir a paliar la subida del precio en dólares. No es previsible, sin embargo, que el euro se revalorice tanto como para compensar una subida tan grande (50 dólares) del precio del petróleo. A no ser que se derrumbara el dólar, lo cual tendría otras serias consecuencias, como la subida de los tipos de interés en los mercados financieros del mundo.

Ni que decir tiene que en las presentes condiciones de endeudamiento, una subida sustancial de los tipos de interés produciría la ruina de muchas empresas y familias.

Los bancos se encontrarían con millones de préstamos inútiles y algunos quebrarían. La inflación se transformaría en deflación y el crecimiento en recesión. El panorama sería deprimente y el sufrimiento humano sería inmenso.

Después de muchos análisis económicos sobre lo que podría pasar si hubiera un nuevo choque petrolero , volvemos a la cuestión del terrorismo y a desear y pedir lo mismo: que vuelva la paz a Oriente Próximo y que se acelere la sustitución de la gasolina por otras fuentes de energía.

*Catedrático de Economía de Esade