Hacía años que no volvía a las Cortes. Acepté el encargo de mi periódico, aunque sabía de antemano que el tiempo se había quedado colgado en ese espacio emblemático. Los mismos discursos, igual contenido, semejantes actitudes, parecido aburrimiento. Quería recordar mis tiempos de cronista parlamentaria y no quise seguir el Debate del estado de la comunidad a través de una pantalla de plasma y en el sofá de mi casa. Ya tenemos suficiente con Rajoy. Cogí el 33 y puse rumbo al Parlamento cruzando la ciudad de sur a norte soportando un calor vertical apropiado para el 15 de julio. Recuerdo que hace años había coches dentro de la Aljafería pero cuando llegué creí que una invasión de coches negros de alta gama había invadido el palacio. ¡Una pasada! Una legión de chóferes y escoltas buscaban la sombra de las almenas y muros en espera de los jefes.

A las once en punto clavadas apareció la presidenta con paso firme, seguro, y esa altivez natural que la caracteriza para contarles a sus señorías cómo va la cosa por la comunidad. Porque el problema es ese precisamente: hablan, pronuncian discursos, se dirigen únicamente a ellos mismos en una relación política endogámica. Da lo mismo que sean del PP, del PSOE o de IU, hablan para dentro del Parlamento, nunca para fuera. Solo existe su mundo. Un mundo alejado años luz de la realidad. Están encerrados cómodamente en un Parlamento blindado. Por eso lo que contó la presidenta fue una retahíla de frases sin vida, como si hiciera un ejercicio de lectura sin equivocarse.

Mientras Luisa Fernanda Rudi pasaba metódicamente las hojas de su discurso y el aburrimiento se extendía ante mis ojos, me entretuve en observar el graderío. La tribuna de invitados estaba a tope de autoridades y gentes de mando. Cinco rubias con brillos y dorados en su atuendo, bolsos enormes de marca descansando en el suelo y taconazos de vértigo para ser las once de la mañana me llamaron la atención; seguían el discurso con interés militante. Allí estaban muy serios el alcalde Belloch y el también senador Marcelino Iglesias, que no descruzó las piernas en todo el rato. Hay que ver lo contenido que es este hombre al que se le ve poco por Aragón.

"HEMOS VENCIDO la crisis", dijo de pronto la presidenta como quien dice que apagues la luz antes de irte a la cama, o algo así. Todo seguido, sin convicción, sin énfasis, como quien lee el catecismo de Génova 13.

Unas líneas más abajo aludió a ese "nuevo populismo" que se ha instalado en la sociedad. Se notaba que también ahí obedecía mandato del partido ante el miedo indisimulado que tienen a Podemos y su sorprendente avance en la carrera electoral. Fue sobria en la mención y es de agradecer, lo dijo de pasada. Nada que ver con el histrionismo obsesivo de Esperanza Aguirre con Pablo Iglesias, que cada vez que intenta descuartizarlo regala votos y simpatizantes al nuevo partido. Y yo me pregunto: ¿Cómo se puede hablar de populismo cuando quienes lo critican son del Partido Popular?

Curiosamente en su discurso no habló de Plaza, ni mencionarlo siquiera. Hizo bien, ya sacará el tema la oposición si es que ha despertado del letargo institucional. Supongo que el asunto estaría previamente pactado entre los dos partidos mayoritarios, cada vez con más intereses comunes. En la bancada socialista todos estaban muy formales. Me extrañó ver a Eva Almunia, a quien últimamente no se la oye, ni aparece en los medios, es como si no existiera aunque sigue siendo diputada. De todas sus señorías era la más aplicada, se pasó la hora del discurso tomando notas en un cuaderno de tapas negras. Parecía que estuviera escribiendo una novela. Lucía espléndida con un bronceado y corte de pelo muy favorecedores. Desde luego y con distancia era la que vestía con más estilo. Se notaba el fondo de armario acumulado en todos estos años de vida política.

Cuando faltaban quince minutos para las doce, Rudi salió de su sopor al hablar de los logros --para ella-- en sanidad y en educación arrancando unos aplausos tenues de la bancada popular. La mañana transcurría tan relajada que los del banco azul en vez de aplaudir como Dios manda, golpeaban con su palma en la mesa en un gesto ordinario y fuera de lugar. Y al final, Rudi sorprendió a todos al plantear cinco medidas populistas y estupendas para la regeneración de la vida política que no se las cree ni ella misma. Pero esa es otra historia que veremos o no a la vuelta del verano.

Periodista y escritora