En el plazo de una semana, dos colectivos con enorme peso específico en ETA --los presos y los expresos-- han tomado una iniciativa que supone un paso trascendental en el lento proceso de desaparición de una organización terrorista que ha marcado a sangre y fuego a la sociedad vasca y española durante el último medio siglo y que ha causado un millar de muertos. El anuncio, el 28 de diciembre, de los 500 reclusos de la banda de que aceptan las vías políticas y no la violencia en pos de sus objetivos, admiten la legalidad penitenciaria española y reconocen el "daño" que han causado fue asumido ayer pública y completamente por varias decenas de expresos --la mayor parte de ellos, recién salidos de la cárcel gracias al fallo de la justicia europea sobre la docrina Parot-- reunidos en Durango. Esta secuencia de declaraciones no es improvisada, sino que encaja en la estrategia que ETA empezó a desplegar hace dos años, cuando anunció el cese definitivo de sus acciones en un reconocimiento tácito de que la firmeza del Estado democrático --expresada tanto en la determinación de los ciudadanos de vivir en paz y libertad como en una pertinaz y efectiva acción policial-- había convertido en un callejón sin salida la vía del terror. El sábado, y pese a una escenografía que quería aparentar solidez y a una retórica en la que asomó un cínico martirologio, los exreclusos más violentos de ETA entonaron la palinodia: "Aceptamos toda nuestra responsabilidad en lo relativo a las consecuencias del conflicto" y "actuaremos con responsabilidad, con voluntad y con visión positiva y constructiva", afirmaron en un acto que, con buen criterio, la justicia decidió no impedir a pesar de las presiones de quienes, con el argumento de la defensa de las víctimas del terrorismo, lo que en realidad pretenden es condicionar al Gobierno.

PASO ADELANTE

Es cierto que en la reculada de ETA sigue faltando, además de su disolución formal, una petición clara y explícita de perdón a las víctimas y sus familiares. Esa reparación moral es inexcusable para que puedan cicatrizar las heridas que siguen abiertas y para que la sociedad en su conjunto pueda considerar superado un dramático capítulo de nuestra historia contemporánea. Pero nadie con sentido común puede dejar de celebrar como un gran paso adelante las novedades llegadas estos días desde Euskadi.