Dos de los edificios más singulares de la Expo, el Pabellón Puente y la Torre del Agua, siguen sin tener definido su futuro seis años después de concluir la muestra para la que se levantaron. Ambas estructuras, emblemáticas y de alto coste en su construcción y mantenimiento pero de difícil adaptación a proyectos ciudadanos estables, pasaron a manos de entidades financieras, de Ibercaja en el primer caso y de CAI en el segundo. Esta última ya renunció a hacerse cargo de la torre con el compromiso de reponer la escultura Splash, que tras la Expo decidió quitar. Se vuelve, pues, a la posición de salida, con los gastos de quita y pon añadidos. Por su parte, en el pabellón, Ibercaja busca más tiempo para definir su implicación. Nunca se ha sabido a ciencia cierta imaginar contenidos para estos espacios y así se sigue. Mucho abandono.