Que España es un país poco serio es algo que no hay que tomar a broma, porque trágicamente es verdad.

La imagen que damos al exterior es la de un lugar abigarrado y típico, pintoresco y simpático, donde la política es un poco la extensión del café y suceden en ella cosas divertidas, curiosas y atípicas, por completo ajenas a esa Europa seria y responsable en la que no acabamos de ingresar.

Cosas, noticias tan sorprendentes como, por ejemplo, que el secretario general de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, que acaba de quedar en cuarto lugar en unas elecciones generales, utilice el Congreso de los Diputados para, como si fuera el presidente en funciones, protagonizar una cumbre diplomática y redoblar de paso la reclamación a Pedro Sánchez de una vicepresidencia para él, más unos cuantos ministerios para compañeros suyos.

La nueva presidenta de la Cámara Baja, Meritxell Batet, no debió ver ningún inconveniente a que Iglesias citase en un salón del Congreso a una veintena de embajadores de la Unión Europea para soltarles la chapa de un gobierno, más que de cooperación, de coalición con el PSOE. No había hasta ahora precedentes de una operación como ésta, entre el esperpento y la audacia, pero ahora ya lo hay y ya veremos cómo doña Batet se niega en el futuro a que Ciudadanos, PNV, Esquerra, Compromís o cualquier grupo parlamentario utilice el Congreso de los Diputados para sus reuniones privadas con la OTAN, con la ONU, con la Casa Blanca, con el Banco Europeo o con los Globetrotters si así se les ocurre y antoja, en línea con Iglesias.

No sé por qué, tengo la sospecha de que si el cuarto partido de Italia, de Francia o de Alemania pretendiese utilizar su Parlamento en beneficio propio, como si fuera la sede de su partido, y, además, según acaba de hacer Unidas Podemos, para influir en otros gobiernos a través de sus embajadas, la autoridad parlamentaria le negaría el uso de su sede.

Pero aquí, en esta España pasmada, chirigotera, todo vale. Siendo poco serios planteamientos como el de Iglesias, el resultado tampoco puede serlo; pero original y ocurrente, una jartá.