El PP se ha cerrado en banda ante la petición del PSOE de celebrar una reunión de los partidos firmantes del Pacto Antiterrorista después del escándalo político originado por el encuentro de Josep Lluís Carod-Rovira, secretario general de ERC, con dirigentes de ETA. Según el Gobierno, la reunión "es improcedente" hasta que el PSC no rompa su acuerdo de gobierno en Cataluña y su candidatura unitaria al Senado con Esquerra. En el fondo de esta pelea late el intento de los populares de presentarse ante el electorado como los únicos que plantan cara a ETA sin ninguna concesión.

Estamos ante una clamorosa utilización partidista de la cuestión terrorista que se basa en atribuir de forma torticera a socialistas y a republicanos una cierta tolerancia con los etarras y quienes les apoyan. Es una maniobra dirigida por José María Aznar, quien ayer no tuvo reparos en utilizar su viaje oficial a Colombia para arremeter contra los socialistas en presencia del presidente Alvaro Uribe. Una estrategia que puede darle votos al PP, pero que a largo plazo supone poner en peligro el tan necesario acuerdo de las fuerzas democráticas contra ETA. Se ha perdido una magnífica ocasión de reforzar e incluso ampliar ese pacto.