La liberación de las dos cooperantes italianas secuestradas en Irak ha reabierto el debate sobre si se puede o no ceder ante los chantajes, por el estímulo para futuros secuestros que constituye el pago de los los rescates. No hay respuesta sencilla. Frente a la razón de Estado, siempre inflexible, figura el principio de hacer todo lo posible para salvar las vidas humanas. Así lo entendieron la sociedad y los partidos italianos, que se movilizaron de forma unitaria congelando sus diferencias políticas sobre la guerra.

España, con su propio terrorismo, ha pasado por experiencias difíciles y complejas en esa materia. No modificó la política penitenciaria con los presos de ETA pese al secuestro de Miguel Angel Blanco, y retiró las tropas de Irak tras el 11-M pese a las lecturas de posible debilidad que eso podía comportar. Aquí se ha comprendido que familias y entidades solucionasen con dinero algunos secuestros, y se han puesto trabas policiales, a veces, sólo a veces, a otros pagos de rescate. En el fondo, estamos ante una situación con mucha hipocresía. Predomina la idea de ceder cuando nos concierne de algún modo a nosotros, y de ser inflexibles en los demás casos. Los seres humanos son así.