Entre la muchedumbre de turistas, seguro que habrá más de cuatro que provienen de países extranjeros. Vienen a contemplar el paisaje de una Semana Santa nacional, que contamina calles y plazas. Seguro que alguno de esos visitantes foráneos cogerá el manual de costumbres españolas y buscará la página donde describe la adscripción religiosa de España: monarquía de carácter laico, pondrá más o menos en el librito.

El turista abrirá los ojos desorbitados. Todo a su alrededor le conduce a una fiesta popular donde truenan los tambores y pasean costosas figuras religiosas. Pero si al llegar al hotel conecta la tele, se topará de nuevo con una prolongación de la calle a la pantalla. Detecto que cada año aumentan las horas de programación donde el tema semanasantero es el centro de la parrilla. Procesiones, el romper de hora, misas desde grandes y pequeñas parroquias, concursos de tambores, películas de romanos. Aragón TV dedicará mañana prácticamente todo el día a mostrar los eventos religiosos.

¿Es lógico? Es llamativo. Alguien dirá que en el fondo está explosión de actos no son estrictamente religiosos, que forman parte de la tradición, que muchos de los que participan no sienten nada espiritual... En Francia, por ejemplo, los escolares no guardan vacaciones por Semana Santa. Apenas tiene incidencia en la vida social. En España forma parte del paisaje. En realidad es una especie de parque temático, que reúne variedad de atractivos para el turismo. Pero para un estado laico llama la atención.