Suma y sigue. De nuevo, despedimos la semana con un rosario de casos de corrupción. Peligrosa costumbre. El aire empieza a ser irrespirable, y mucho me temo que el hartazgo de los españoles está llegando a límites insospechados. Para comprobarlo, les propongo un ejercicio: sobrevolar el último barómetro del CIS. La corrupción y el fraude son la segunda preocupación de los españoles, a la cabeza está el paro. ¡La segunda! Ni la situación económica, ni los recortes en sanidad o educación, ni el acceso a la vivienda, ni las pensiones. Lo que nos quita el sueño son los tejemanejes de algunos gestores de dinero público. Y esa preocupación crece a la velocidad de la luz. Pero, ¿han hecho algún gesto esos políticos en estas últimas horas para intentar calmar esos ánimos? No. Ni uno. Bueno, alguno sí, aunque no el esperado. El Partido Popular, golpeado especialmente por la sombra de la corrupción, está celebrando su cumbre anual en Extremadura. Y esa Convención de Estabilidad y Buen Gobierno ha coincidido con el escándalo de los viajes del presidente Monago. 32 veces viajó a Canarias con cargo al Senado entre mayo de 2009 y noviembre de 2010, en su etapa de senador. Monago no quiere "que ganen los malos", y por eso, según ha anunciado, se niega a pronunciar la palabra dimitir. Va a seguir en el cargo porque cuando ha hecho un viaje privado "siempre" lo ha pagado. Entonces, ¿por qué si eran "viajes de trabajo" ha acabado anunciando que va a devolver "hasta el último céntimo"? Algo no cuadra en esta historia. Lo cierto es que va a ser complicado que conozcamos los detalles tanto de sus viajes como del resto de senadores. ¿Por qué? Pues porque el Senado, en un ataque de trasparencia, no va a facilitar esos datos. Ninguna ley lo exige. Lamentable, pero real. Es más, ni siquiera los senadores tienen la obligación de justificar los viajes. Basta con presentar una factura del vuelo. Y ya. Se confía en el buen hacer de sus señorías.

Los corruptos siguen desfilando por la Audiencia Nacional y se asoman a las cárceles de medio país. El destino ha querido que Francisco Granados, el exalcalde de Valdemoro y rostro de la Operación Púnica, esté en la misma prisión que él inauguró en 2008 cuando era consejero de Justicia e Interior de Esperanza Aguirre. Seguro que la celda le resulta familiar. Esto parece no tener fin. Y puede ir a más. Hace unos días Hervè Falciani, la pesadilla de los evasores fiscales, el hombre que tiene en su poder los nombres y apellidos de los españoles con cuentas opacas en Suiza, me dijo esta frase: "Esto es sólo la punta del iceberg. Van a salir más cuentas de políticos de alto nivel". Me lo contó en uno de sus escondites de París. Sigue amenazado de muerte por desvelar esos nombres. Que salgan más casos es cuestión de tiempo, palabra de Falciani. Vayan sacando los pañuelos. Periodista