Aragón vivió ayer un día crítico desde que empezó la pandemia, con la notificación de 740 casos nuevos de contagio. Se esperaba que esta semana los datos se dispararan, y ya el pasado lunes se tomaron nuevas medidas para tratar de atajar el virus, contemplando la opción del confinamiento perimetral en el caso de que la curva creciera como lo está haciendo. No se espera que los próximos días el covid-19 dé un respiro, con lo que es el momento de plantearse si las medidas que se están llevando a cabo son suficientes como para atajar un virus que está teniendo un coste elevadísimo tanto en vidas humanas como en pérdidas económicas. Hasta el momento, salvo los confinamientos puntuales de Ejea de los Caballeros o Andorra, o cambios de fase en otras localidades, la mayor parte de las restricciones han recaído sobre el sector de la hostelería, con reducciones de aforo o prohibiciones de consumir en barra. Pero no se han adoptado medidas más drásticas que limiten la movilidad o que restrinjan al máximo los contactos innecesarios. Incluso en más de una ocasión se han lanzado mensajes contradictorios que no han hecho más que confundir a la ciudadanía. Tan pronto las autoridades aragonesas reclamaban y exigían responsabilidad ciudadana y que no se movieran salvo para lo imprescindible al tiempo que se incentivaba el turismo. Tan pronto se defendía que en el medio rural la crisis del covid se notaba menos como se disparaban los casos en pequeños municipios.

Del mismo modo, a la vez que se limitan los actos privados festivos o se recriminan las actitudes insolidarias, se han visto actos oficiales y públicos de autoridades que iban justo por la senda contraria de lo que reclamaban. Sin ir más lejos, al tiempo que cada vez está más cerca del confinamiento, en los próximos dos días Aragón va a registrar dos actos deportivos multitudinarios de máxino nivel o el rodaje de una producción cinematográfica. Todas estas circunstancias confunden a una sociedad cada vez más desconcertada. Por tanto, habrá que apelar a la responsabilidad individual y colectiva, pero también a la institucional.

Esa misma responsabilidad habría que haber pedido a las 14 personas de un juzgado de Zaragoza que celebraron un aperitivo en una dependencia judicial y que ahora ha provocado que se tengan que confinar. No deja de resultar una paradoja esta actitud irresponsable de un sector que debería ser más ejemplar que ninguno, y mucho más cuando ha tomado decisiones que en algunos casos, como en la petición de confinamiento de La Almunia, ha rechazado la aplicación de medidas restrictivas, o como cuando ha condenado a la DGA por la falta de material de protección para el personal sanitario. Precisamente, a medida que el virus está proyectando su rostro más agresivo en esta nueva ola, los profesionales de la sanidad pública aragonesa amagan con más protestas, a la vez que denuncian que no concuerdan las cifras sobre ocupación en uci que da el Gobierno de Aragón a diario con la realidad que viven a diario en los hospitales aragonesas. Estaría bien que se aclare esta discrepancia y que el buen ejercicio de transparencia que a diario aplica el Gobierno de Aragón no quede empañado por las dudas que puedan surgir desde el propio personal que está en primera línea de la lucha contra la pandemia. Sin duda, es difícil manejar y gestionar una pandemia nunca antes conocida, por eso más que nunca hay que exigir responsabilidad y ejemplaridad.