Es erróneo considerar a los jóvenes, sin matices y tomados como un colectivo homogéneo, como los culpables de los rebrotes del covid-19. La tentación de buscar alguien a quien endosar el casi monopolio de la culpa, en un problema complejo y con muchas variables, es simplista además de equivocado. Señalar a todo un grupo social, sin tener en cuenta la diversidad de circunstancias y realidades, es injusto y además estigmatiza.

Dicho esto, hay que recordar cuáles son las cifras de contagios en cada cohorte de edad en esta segunda fase de la pandemia. Y que los jóvenes, como cualquier otro miembro de esta sociedad, también tienen su responsabilidad individual en la evolución de la pandemia y no deberían ser ajenos a la solidaridad colectiva que desde todas las instituciones se pide para contener la enfermedad. Los rebrotes surgidos en reuniones sociales y fiestas nocturnas, así como las imágenes de botellones sin respetar las medidas sanitarias, han provocado reacciones de repulsa por el temor de perder todo lo logrado tras meses de sacrificio.

Bajar la guardia ahora podría volver a poner al límite al sistema sanitario. Pero si lo que se desea es que sigan las recomendaciones de mantener la distancia social, evitar aglomeraciones y llevar mascarilla, es mucho más efectivo optar por la pedagogía, con una claridad y coherencia que muchas veces no ha estado presente, que por la vía sancionadora. Pero también es cierto que ni todos los jóvenes se saltan las medidas contra el covid-19, ni son solo jóvenes los que lo hacen.

El aislamiento social al que obligaron las semanas de confinamiento tuvo más repercusión en este colectivo, que veía en la desescalada y en la nueva normalidad la oportunidad de recuperar el tiempo perdido. Pero, los espacios para jóvenes y los de ocio, que son los que ellos eligen, no solo no han recuperado la normalidad sino que en lugares como en Zaragoza capital han retrocedido.

Los sociólogos apuntan que los jóvenes necesitan estar con otros de su misma edad, y si por motivos de seguridad se cortan las vías de relación, deben abrirse otras nuevas. Un estudio conjunto entre el Instituto Aragonés de la Juventud y la universidad reveló que la mayoría de jóvenes pertenecen a clubs deportivos, donde desarrollan actividades diversas. Sin embargo, en verano o se reducen o se limitan, l o que les aboca a echar mano de las nuevas tecnologías o a reunirse en lugares, como los botellones, donde las normas se relajan.

Los nacidos en el siglo XXI se encuentran ante un mercado laboral que les cierra las puertas, una crisis económica que nubla sus proyectos de futuro cuando apenas han echado a andar, y acaban de pasar un confinamiento que ha acentuado sus ganas de relacionarse. Tacharlos sin más de irresponsables, sin siquiera entender sus razones o proporcionarles alternativas, no lleva a ninguna parte. Solo al estigma.