El papel del Rey en la crisis institucional y política que vive el país puede ser estos días bastante más determinante de lo que en la última noche electoral pudiera pensarse. Su competencia y capacidad constitucional para proponer, o no, a un candidato al gobierno le dan un cierto margen a la hora de argumentar en uno u otro sentido. Afirmativamente, si a su juicio el candidato Pedro Sánchez es capaz de aglutinar una mayoría parlamentaria en torno a su proyecto gubernamental. Pero también podría rehusar esa propuesta si los apoyos de Sánchez ponen en riesgo la España constitucional.

En la mente del Rey deben estar pasando muchas cosas, comenzando por su lógica preocupación de que lo construido durante la Transición se venga abajo. Una vez en el gobierno, partidos como Podemos o Esquerra, más sus apoyos con PNV, BNG y Bildu podrían perfectamente ponerse manos a la obra y desmontar lo que ellos llaman «el régimen del 98». Empezando por la propia monarquía y continuando por el Estado de las Autonomías, la fiscalidad, la libertad de expresión, las fuerzas del orden, todos aquellos resortes, en fin, en los que un gobierno populista necesitaría apoyarse para adoctrinar al pueblo con mensajes de un nuevo orden y justicia social.

¿Hasta qué punto está jugando Pedro Sánchez con el orden constitucional? ¿Es como un niño que enreda con cerillas o es un pirómano? Sus propios compañeros, como el aragonés Javier Lambán, le vienen advirtiendo seriamente de que embarcarse con un marinero pirata como Rufián supondrá adentrarse en un proceloso océano, pero Sánchez sigue encendiendo mixtos y acercándose cada vez más a la santabárbara de un barco que hace tiempo navega escorado.

Rodeado de republicanos, Felipe VI se verá abocado a confiar en que el PSOE sea capaz de mantener su fidelidad monárquica, más circunstancial que esencial en su propia definición ideológica. Una situación incómoda y una papeleta, realmente, para él, en la lotería de esta España anacrónica que parece estar emergiendo por un túnel del tiempo plagado de fantasmas.

El papel del Rey... En el drama actual, su interpretación más difícil.