Cuando tomando un papel y un carboncillo en mano se trazan los primeros esbozos, en el proceso de la creación artística, éstos suelen ser importantes para soltar las riendas, en ellos se plasma la idea de lo que puede ser la futura obra, en una dinámica de avance, de fusión, de construcción y deconstrucción, es el proceso de mayor libertad expresiva, muy apreciado por los artistas y por los historiadores. Al final llegará la obra definitiva que será lo que sea, pero el papel ha podido con toda expresión, es dúctil y tiene unas cualidades complacientes. Algo así le vino a decir Catalina II de Rusia a su apreciado Denis Diderot: «Querido amigo… tu escribes sobre el papel que aguanta todo, yo en cambio, sobre la piel de los hombres…» Cuántos propósitos no cumplidos se quedan impresos en nuestros post-it de notas, en nuestras agendas, en nuestros cuadernos. El impulso de la intención hace la necesidad de verlos escritos para desear materializarlos, a sabiendas que será muy difícil llevarlos a cabo.

Después de pasar por una reclusión obligada y necesaria, ese tiempo que estuvo congelado se disuelve con nuevas pautas de vida que harán posible reanudar lo que quedó paralizado. Una de esas pautas va dirigida a niños y mayores para que puedan incorporarse a lo que nunca pensamos que podría ser excepcional, volver a las aulas.

La espera de millones de familias por saber cómo se iba a organizar el comienzo del curso escolar, de manera presencial, ha sido y sigue siendo preocupante. Las primeras lanzaderas de propuestas por parte del Gobierno de la Nación han pasado de un lado a otro de la trama, por encima y por debajo de la urdimbre, para quedar, al final, atascadas en un nudo gordiano. Aunque es entendible que no es fácil llevar a cabo las medidas de adecuación, arrastrando la Covid-19 a la actividad escolar y conseguir una aparente normalidad, las vacilaciones se han de deshacer utilizando una combinación de pensamiento lateral y lógico como método o técnica para buscar una solución de manera resolutiva con una inferencia válida. Las comunidades autónomas tienen las competencias transferidas, y son ellas las que mejor pueden gestionar el próximo curso escolar. El Gobierno Sánchez-Iglesias anda improvisando, creyendo que existe el don de la ubicuidad en los docentes. La realidad es muy tozuda y aunque el papel todo lo admite, las contradicciones operativas se hacen visibles.

El apoyo hacia los responsables autonómicos, para que lleguen a resolver las ambivalentes propuestas del Ministerio de Educación, debería ser predictivo por todos aquellos que pueden aportar planes resolutivos con base en la idiosincrasia de cada centro y en el conjunto de ellos, pero es necesario que el curso empiece con las ideas claras descartando aquellas medidas que son difíciles de justificar, como la propuesta de guardar una distancia determinada en el aula entre alumnos, cuando en el recreo o en los pasillos no es posible mantener espacios fijos entre ellos.

Las medidas adoptadas por aquellos países europeos en los que ya se incorporaron los alumnos a las aulas en el mes de mayo, parecen eficaces pero son de una gran complejidad poderlas llevar a cabo, quizá valieran como experiencia o modelo pero, en cualquier caso, se necesita mayor inversión económica, la cual debería estar ya disponible para empezar a trazar planes eficaces.

*Pintora y profesora