Se da por seguro que Aragón, donde apenas existen auténticos barones de los principales partidos, irá a remolque, en lo que a pactos y acuerdos postelectorales se refiere, de lo que prescriban desde Madrid las correspondientes direcciones. La clave era y es Cs. Pero este partido, que carece de figuras significativas en la Tierra Noble, parece estar sujeto al bloque de las derechas, por más que ello le obligue a mantener con Vox una relación esquizofrénica y rara. El PSOE es otra cosa, aunque Lambán no tiene más alternativa que aceptar sin reservas las apuestas tácticas y estratégicas de un Sánchez que se acaba de convertir en un referente superior de la socialdemocracia europea. El PP se conforma conhaber evitado el sorpasso que Cs le administró en las generales, y en línea con Génova no le hará ascos a Vox, que es la nota discordante en el bloque de las derechas aragonesas. Podemos está en estado de shock. IU, parecido. CHA vive sus horas más bajas, pero al menos sabe a qué atenerse: seguirá asociada al PSOE. El PAR...

Desde la noche del pasado domingo, el PAR es la incógnita principal. Para empezar no depende de ningún estado mayor que dé ordenes desde Madrid. Además tiene una larga trayectoria de alianzas con ambas partes del espectro ideológico. Y su programa y sus intereses no encajan exactamente con el paleoconservadurismo de Vox, que es el otro factor imprevisible de la ecuación conservadora.

El PAR necesita manejar poder en la mayor parte de administraciones posibles. Y no parece que esté interesado en convertirse (allí donde tiene una presencia relevante) en el mínimo engranaje de un cuatripartito de derechas que habrá de estar repleto de recelos, tensiones y contradicciones. En cambio, El PSOE, y en particular la organización aragonesa de dicho partido, puede ofrecerle ser la destacada pieza de un tinglado no menos variopinto y encajado a martillazos, donde sin embargo Aliaga y los suyos destacarían como una voz disonante pero muy audible.

En cualquier caso es un endiablado dilema. El PAR se ha encontrado con tres diputados que costaron muy pocos votos, pero que en el mercado de los pactos valen su peso en oro. Pueden servirle para obtener ventajas en otros terrenos (la diputación turolense, comarcas y algunos municipios, además del propio Ejecutivo aragonés), y en especial la obtención posterior de un senador autonómico. Claro que esto tienen que tragárselo, en un caso, las otras derechas que el PP necesita para cuadrar las cuentas, o las otras izquierdas que habrían de apoyar al PSOE en la acera de enfrente.

En diversos ámbitos se da por hecho que Lambán volverá a ser presidente de Aragón y Azcón, al fin y de rebote, logrará la Alcaldía de Zaragoza. Pero para llegar a ello será preciso completar unos puzzles cuyo dibujo todavía no está claro. Y lo que digan desde Madrid, por supuesto.