PSOE, Podemos y Ciudadanos parecen haber caído de bruces en la trampa de la Paradoja de la flecha, que Zenón de Elea formuló en el siglo V antes de Cristo, seguramente en una larga tarde de estío, amenizada por el canto de las cigarras, a la sombra de una higuera.

Enunciaba Zenón la obviedad de que, para que se produzca el movimiento, un objeto debe cambiar la posición que ocupa. Poniendo como ejemplo una flecha lanzada desde un arco, la obviedad empieza a palidecer al afirmar Zenón que en cualquier instante de tiempo considerado de forma aislada, la flecha no se mueve de donde está. Luego, ¡oh sorpresa! si todo está inmóvil en cada instante y el tiempo está compuesto de instantes, entonces el movimiento es imposible y la flecha, por mucho que nuestros sentidos nos digan que se mueve, está más quieta que Sánchez, Iglesias y Rivera en sus posiciones políticas respectivas.

Durante la campaña de las pasadas elecciones generales, Rivera y los suyos se afanaron en repetir que por nada del mundo apoyarían la investidura de Sánchez. Durante la noche electoral, cuando ya se sabía que Sánchez había ganado pero que necesitaría apoyos para gobernar, miles de votantes del PSOE le gritaban a su líder a las puertas de Ferraz aquello de «con Rivera no, con Rivera no». Por su parte, Iglesias, que no dijo ni que sí ni que no, ni todo lo contrario, dice ahora que necesita ser ministro tanto como necesitó en su día el casoplón de Galapagar.

Parece que Zenón estaba en lo cierto y que la flecha, contra todo pronóstico razonable, no cambia de lugar, aunque en el periodo de tiempo transcurrido desde las elecciones algunas cosas parecen haberse movido:

Ciertas encuestas dicen que hasta el 70% de los votantes de Ciudadanos apoya que Rivera facilite la investidura de Sánchez, aunque solo sea para que el PSOE no tenga que mendigar en plazas nacionalistas-independentistas.

Las mismas y otras encuestas dicen que la opción de pacto preferida por los españoles es la de la suma de los diputados de PSOE y Ciudadanos, que arrojaría una cómoda mayoría absoluta, aportando una muy necesaria estabilidad a un país que todavía se rige por los presupuestos generales aprobados en tiempos de Rajoy y prorrogados por Sánchez.

Podemos-Errejón gana puntos en las encuestas y ocupa poco a poco el espacio político a la izquierda del PSOE, que Podemos-Iglesias va dejando vacío de contenido y de votantes.

La cuestión del posible pacto de Rivera con el PSOE ha provocado la primera crisis interna seria de los naranjas, con la renuncia al acta de diputado de Toni Roldán, la salida voluntaria de la ejecutiva de Javier Nart, la disidencia manifiesta de Garicano e Igea y el rapapolvo algo paternalista hacia Albert por parte de Francesc de Carreras, uno de los padres ideológicos del partido.

A esa crisis se añade la particular Paradoja de Valls, en Cataluña, quien tras aupar de nuevo a Ada Colau a la alcaldía Barcelona, ha roto estrepitosamente sus nunca claros tratos con Ciudadanos.

Más por omisión que por acción, distintos dirigentes del PSOE de Sánchez han dado a entender que habrían visto con buenos ojos un pacto con Ciudadanos, aunque para ello hubiera que aceptar, contradiciendo a Zenón, que la flecha debe moverse y que aquellos gritos de los militantes en la noche electoral bien pudieran ser borrados de la memoria del partido.

Las paradojas son a veces divertidos juegos filosóficos con los que pasar las calurosas y largas tardes de estío a la sombra de una higuera o con los que disfrazar de sesudas, banales discusiones carentes de interés. En otras ocasiones, la paradoja actúa como motor, y encierra el germen de profundos pensamientos que conducen a quien se deja llevar por ellos hasta estados del alma que jamás habría podido sospechar.

Pero hay una tercera vía, a veces la paradoja es una trampa nefasta de la que no se llega a salir o de la que se sale con las fuerzas tan menoscabadas que ya no es posible volver atrás para rectificar. La infantil Paradoja de Zenón llevada hasta el extremo del inmovilismo cerril, puede convertirse en la infernal Paradoja de Rivera-Iglesias, que por no moverse de su posición abocará al PSOE a hacer movimientos que la mayoría de los votantes no desea, o que pone en las manos del PP el golpe de efecto que supondría abstenerse en el último momento a favor de Sánchez, dejando en evidencia a los emergentes.

*Escritor