Según me cuentan, este domingo la Corporación Municipal zaragozana (o parte de ella) volverá a desfilar hasta el Pilar con trompetas, timbales, maceros y guardias de gala para asistir a la celebración del Corpus. Los laicistas están que trinan. Pero no cabía esperar otra cosa de la nueva Corporación y del nuevo alcalde: simbolismos ideológicos, gestos hiperderechoides, simulaciones (como la de frenar la línea 2 del tranvía, cuando en realidad no existía ni proyecto ni posibilidad de financiarlo ni nada) y, ya en plan serio, una revisión del planeamiento urbanístico que permita legalizar el outlet de Solans-Pikolín y la famosa rehabilitación de La Romareda. Más lo que pueda ir cayendo.

El Ayuntamiento de Zaragoza va a ser el gran escaparate de la derecha aragonesa, con el PP cortando el bacalao, Cs manejando el Urbanismo y Vox poniéndole color a la fiesta. Porque la extrema derecha ha llegado a las instituciones aragonesas como una especie de cóctel tardofranquista, paleoreaccionario... y friki total. Mis colegas, ayer, alucinaban en La Aljafería cuando llegaron allí los mandados de Abascal, cual procesión de la Corte de los Milagros.

Vamos a entrar en una fase parafernálica del politiqueo español. Importarán mil veces más las escenificaciones y maniobras teatrales que cualquier hecho. Por eso cada partido, atrapado en el laberinto de los pactos, intenta, antes que nada, descargar toda la responsabilidad (la culpa, hablando en lenguaje católico) en los demás. PP y Cs le echan en cara al PSOE lo de Navarra y otros territorios donde los socialistas no se lo han puesto en bandeja. El PSOE descarga en PP y Cs la causa de que Sánchez no tenga otro remedio que confiar en la abstención de Bildu y Esquerra para ser investido y no tener que repetir las elecciones.

Mientras, el borrado de los ordenadores de Bárcenas se sustancia en los Juzgados madrileños sin cámaras ni grabaciones. Y en las elecciones sindicales de la Policía Nacional han ganado por goleada los más ultras. Ojo con este último tema. Que ya no hablamos de parafernalia.