El PSOE aragonés garantizó ayer que el trasvase se paralizará en cuanto Rodríguez Zapatero llegue a la Moncloa. De hecho, ayer, el presidente de la DGA, Marcelino Iglesias, ya pidió oficialmente a José María Aznar la derogación del Plan Hidrológico Nacional , en una carta que difícilmente tendrá efecto inmediato pero cuya principal virtualidad es mantener vivo, claro y firme el compromiso de los socialistas de frenar el proyecto hidráulico del PP. Es difícil determinar qué parte del electorado que el domingo apoyo en Aragón a los partidos no trasvasistas lo hizo por el polémico proyecto o como reacción ante la conmoción por el atentado y por la pésima gestión de la crisis por parte del Gobierno. Pero la consecuencia del cambio para Aragón es clara: el trasvase tiene que olvidarse y dar paso a un PHN que no provoque enfrentamientos o agravios territoriales. Como dijo el presidente in pectore en su última intervención en Zaragoza, Aragón quiere que las zonas con déficit tengan agua, pero no con trasvases absurdos. Y la receta es clara, puesto que el plan alternativo diseñado por el PSOE ya abordaba algunas soluciones que permiten atemperar los problemas sin caer en la siempre fácil tentación trasvasista. Se impone una fase de diálogo hidráulico.