Pese a que la participación en las recientes elecciones al Parlamento Europeo no ha sido tan baja como se preveía, se constata una vez más la clara desafección entre la ciudadanía y sus representantes: ni siquiera la mitad de los electores ha ejercido su derecho al voto.

¿Sabemos realmente cómo funciona un Parlamento? Quizá la incomprensión y consecuente desinterés se alimenten de tal desconocimiento, pero no existen demasiadas iniciativas para paliar esa situación. Una de ellas ha sido protagonizada por sesenta escolares aragoneses, diputados por un día en nuestras Cortes, que han debatido sobre la familia, dentro del programa "Abraza tus valores" impulsado por Aldeas Infantiles SOS. Los niños destacaron, haciendo gala de un gran sentido común, nuestra pertenencia a una gran familia en la que todos tenemos unos derechos, pero también obligaciones insoslayables.

No hace muchos días, José Ángel Biel presentaba en ese mismo escenario el segundo tomo de Crónicas parlamentarias, redactadas por un nuevo grupo de escritores, igualmente coordinados por Ana Teresa Vicente. Como autora integrada en la edición anterior, puedo dar fe de la absoluta ausencia de censura u orientación de cualquier tipo, lo que garantiza la originalidad y heterogeneidad de las opiniones y juicios vertidos. Son dos muestras de unos principios fundamentales que debieran presidir la vida parlamentaria: el sentido grupal, propicio siempre a escuchar y tener en cuenta la voz de las minorías, y la transparencia, para aproximar la vida política a la calle. Son condiciones necesarias, aunque no suficientes, para regenerar esa imprescindible afinidad entre representantes y representados que da sentido a la democracia. Escritora