Las cifras del paro registrado en diciembre pasado confirman que la evolución del empleo en España no va tan bien como se pretende oficialmente. El saldo del Inem indica que a final del 2003 había 23.000 personas más que pedían un trabajo sin encontrarlo que en 2002, aunque es cierto que también ha aumentado la población activa, los españoles mayores de 18 años en disposición de trabajar o que quieren volver a hacerlo. Pero el dato revelador de ayer es otro: disminuyen las afiliaciones a la Seguridad Social (SS) en casi 300.000 personas. Los últimos años el Gobierno había convertido el aumento incesante de afiliaciones a la SS como señera de su capacidad de crear empleo, además de haber contribuido a sacar a flote la economía sumergida gracias a la reducción de impuestos. Esas tesis se desmoronan en cuanto el principal apoyo del crecimiento de la economía española, la construcción, ha dado síntomas de agotamiento. La consecuencia inmediata ha sido la caída de asegurados, a lo que también ha contribuido la picaresca empresarial de despedir antes de vacaciones de Navidad --como hace la industria en verano--, para volver a contratar a finales de mes. Son trampas que no ocultan que el empleo va a peor.