Es recurrente que se señale que las familias tenemos escasa o nula participación en los centros escolares de nuestros hijos e hijas y a su vez que se haga referencia a los informes, evaluaciones, internacionales, nacionales y locales, de la importancia que esta tiene para la mejora académica de nuestros hijos e hijas. Sobre lo segundo no tengo nada que añadir ni objetar, salvo reiterar que si alguien está interesado en que nuestros hijos e hijas tengan la mejor formación posible somos sus familias. Sobre lo primero, en cambio, sí querría hacer algunas reflexiones.

Si bien a nivel individual las familias participan en la medida que pueden, es evidente la escasa participación a nivel colectivo en los centros escolares. Habría que buscar sus causas, puesto que las consecuencias ya las conocemos. Y en este sentido nos preguntamos ¿existe algún colectivo, movimiento o asociación, mucho más participativo que las familias y las Asociaciones de Madres y Padres? Y esto nos llevaría a aquello de que "mal de muchos..." Y no es mi intención buscar consuelo fácil o la salida recurrente a un problema que como representante de la Federación de AMPAS de los centros públicos de esta comunidad, me ocupa y me preocupa mucho. Se trata, simplemente, de insertar la apatía participativa de las AMPAS y las familias en un contexto amplio, que es el de la apatía general de la sociedad.

Sin embargo nuestro movimiento tiene características y peculiaridades participativas que merece la pena señalar.

1. Nuestra participación en los centros escolares no depende solo de nuestra voluntad. Nuestro derecho a la participación está reconocido desde La Constitución y recogido en todas las Leyes Educativas, que son varias. Así que hemos salvado la teoría. Nos queda el escollo mayor, el de la práctica, el de la realidad, el de la concreción de nuestra participación.

2. Necesitamos estructuras e infraestructuras que faciliten nuestra participación. Por ejemplo, no todas nuestras AMPAS disponen de un local en su centro educativo para poder reunirse. Unas porque la falta de espacios lo dificulta y otras porque la falta de voluntad lo impide. Incluso la disposición del espacio está condicionado por el acceso al centro, que se dificulta cuando el centro no está abierto.

3. Necesitamos reconocimiento social de verdad, que valore la importancia de nuestra participación y ese es un trabajo al más alto nivel, para que podamos, por ejemplo, disfrutar de permisos para acudir a las tutorías de nuestros hijos e hijas (que deberían fijarse en horarios más accesibles, porque no parece sencillo ir a las 12:30 al colegio, o a cualquier hora de la mañana al instituto); o para acudir al consejo escolar como máximo órgano de participación en el centro.

4. Necesitamos paridad en los consejos escolares. Cuando las familias hablamos de paridad nos referimos a que la representación del profesorado sea la misma que la de las familias. Para eso tenemos tres caminos. O se incluye en el sector del profesorado al equipo directivo o este se abstiene en las votaciones ya que representa a toda la comunidad educativa y no solo al profesorado o se incrementa el número de padres y madres representantes en los consejos escolares.

Por otra parte, no existe un indicador de la participación de las familias en los centros, salvo los porcentajes de votaciones en las renovaciones de los consejos escolares, y son, muy bajos. Pero podemos preguntarnos si realmente las familias conocen este órgano y, más importante aún, sí lo valoran. Es muy difícil reconocerlo y valorarlo si las familias estamos en minoría y las decisiones, que deberían tomarse por consenso, se toman por imposición de la mayoría, es decir, del profesorado. Un ejemplo reciente de esto lo tenemos en la decisión que se adopta al concluir el curso escolar para reducir el horario del periodo intersesiones (comedor) del curso siguiente, dificultando seriamente que los niños y niñas puedan comer con tiempo suficiente, porque el número es elevado y porque los espacios son reducidos y obligan a organizar más de un turno para comer. Estamos asistiendo (como en años anteriores) a la toma de esta decisión por parte del profesorado contra la posición de los representantes de las familias. No parece lógico que algo que afecta fundamentalmente a las familias se tome de espaldas a la opinión de sus representantes, como tampoco parece lógico que se intente deslegitimar a estos, cuestionando la democrática representación de las familias en los consejos escolares.

Es evidente que en nuestra escuela deben cambiar muchas cosas y que si la queremos democrática y participativa tenemos que reflexionar sobre el papel que las familias jugamos en ella y en el consejo escolar y no que se cuente con nosotras solo en la forma, contenido y momento que el profesorado decida, confundiendo participación con mera colaboración. Porque es igual de evidente que en los centros en los que el profesorado y los equipos directivos, que los hay, fomentan, reconocen, respetan y valoran de verdad la participación de las familias, funciona el concepto de comunidad educativa y eso repercute positivamente en todos y todas. Ese es el camino a seguir.

Presidenta de FAPAR