El Real Zaragoza ha bajado un escalón su nivel de juego con respecto a aquel momento álgido que le llevó a encadenar seis victorias consecutivas con varios partidos de gran nivel, como por ejemplo ante el Oviedo en La Romareda o el Numancia en Soria, cada uno por razones distintas pero ambos sobresalientes. Es realmente complicado que la curva de rendimiento colectivo sea constante, sin altibajos, vaivenes o idas y venidas. La diferencia la marcan aquellos equipos que atraviesan los malos momentos como simples baches, sin crisis de profundidad.

Al igual que el rendimiento colectivo, el individual también va fluctuando en función de los estados de forma, la situación física, de confianza, la finura e, incluso, la animosidad. Para Natxo González ha habido pocos intocables esta temporada. Quizá solo tres: Cristian, Eguaras y Borja. El resto, incluso Zapater, que también vivió una pequeña etapa en segundo plano, han ido entrando y saliendo hasta que finalmente la racha de victorias de febrero y marzo consolidó en el once a un buen puñado de futbolistas.

Dos de ellos, Lasure y Guti, se asentaron en la formación inicial justo con la resurrección. De hecho, fueron factores decisivos del resurgimiento. En Reus flaquearon. Como otras veces otros. Verdasca, Benito, Perone, Mikel, Pombo, Febas y hasta Borja. Que tras un mal día sientan que detrás de un partido descarriado hay una trayectoria sólida, la que les ha hecho justos acreedores del puesto que ocupan.