La campaña de los populares para sus novedosas elecciones primarias ha sido, en general, de guante blanco. Sobre todo, si la comparamos con la última pugna interna de los socialistas, cuando Susana Díaz y Pedro Sánchez se tiraron a degüello y hasta el bueno de Patxi López se permitía el lujo de examinar en público al compañero Pedro sobre su noción de nación y de esa España plurinacional que ora existe, ora no...

Entre Soraya Sáenz de Santamaría, Pablo Casado y María Dolores de Cospedal las diferencias son, más que de fondo, de matiz, de estrategias y de equipos.

Los tres creen en una España unida territorialmente, monárquica y católica, bajo el mandato de una derecha moderna, tirando a neoliberal, con amplios poderes para las empresas, la Iglesia y los fácticos. Tolerante, europeista y atlántica hasta cierto punto, como tampoco habría que pasarse con los derechos de los emigrantes y otros colectivos susceptibles de originar problemas a corto, medio y largo plazo.

Entre los candidatos, la propia Soraya Sáenz de Santamaría, probablemente la que más posibilidades tenga de ganar, no oculta encadenar una cierta contuinuidad con el que ha sido su jefe de filas, Mariano Rajoy.

Juntos lograron la bonanza económica y rebajar el paro hasta los registros de una década atrás, ganando varias elecciones generales, aunque con crecientes dificultades para gobernar. La propuesta sorayista sería, por tanto, continuadora del marianismo, sin despreciar la capacidad de la candidata para proponer nuevas medidas o reformas.

Pablo Casado, que fuera jefe de gabinete de José María Aznar, coincide con su antiguo mentor en la necesidad de endurecer el estilo de gobernar, evitando la impresión de debilidad que buena parte de la derecha ha creído percibir con respecto al desafío catalanista. Buen orador, posee una imagen acorde con lo que se espera de un líder acunado en Nuevas Generaciones, ambición y juventud (tal vez en exceso). ¿Podría ganar? Si el partido se escora a la derecha, tal vez.

En cambio, ¿por qué votar a Cospedal? Floja oradora, peor organizadora, robótica y rutinaria, carece de brillo y talento. Su experiencia de gobierno en Castilla-La Mancha se puede resumir en medidas meramente administrativas.

Que gane, en fin, la mejor.