Hay que votar al PP, pásalo". En su campaña para las europeas, el partido de Jaime Mayor Oreja le hace un guiño al inmediato pasado. ¿O se trata más bien de un nuevo brote de revanchismo subconsciente, un intento deliberado de usar contra los adversarios el mismo dardo que éstos arrojaron tan certeramente en las vísperas del 14-M? Es decir, ¿han sido ya capaces los conservadores de entender no sólo lo que pasó en las últimas elecciones generales, sino lo que ha sucedido luego en España y en el mundo? Parece que no. Tal vez Mariano Rajoy sea consciente de la necesidad de mudar los mensajes, cambiar algunos hábitos y aceptar el ritmo que está imprimiendo al juego el seráfico José Luis Rodríguez Zapatero. Pero alrededor del líder popular sigue habiendo gente que masca todavía el deseo de venganza porque cree que la derrota de marzo no fue la consecuencia de una movilización social razonable, sino el producto de una oscura conspiración que finalmente encontró en los teléfonos móviles una palanca para forzar las puertas de La Moncloa.

El "pásalo" no admitirá un segundo uso. Es más, al recordar expresamente las circunstancias previas al 14-M, traerá consigo el eco del anterior fracaso electoral del PP. Cuanto más intente la derecha prolongar en las europeas el combate perdido en las generales, más difícil le será recuperarse. ¿Qué sentido tiene seguir peleando en terrenos donde se está en evidente desventaja?

UN SELECTO grupo de dirigentes del PP especialmente vinculados a José María Aznar ha hecho de todo esto una cuestión de honor . Por eso no quieren ceder ni replegarse. Todavía esperan que las elecciones europeas, la investigación parlamentaria sobre el atentado de Madrid y el discurrir de los acontecimientos pongan las cosas en su sitio ; en el mismo sitio de dónde nunca debieron moverse.

Es una situación dramática. Apartados súbitamente del poder institucional, los conservadores españoles están siendo desmentidos (aunque ellos quizás no se den cuenta) por el devenir de los acontecimientos. La evolución de la guerra de Irak, los crecientes problemas externos e internos de George Bush (y de Tony Blair), el fracaso de la hoja de ruta y la creciente agresividad israelí, la expansión y fortalecimiento de Al Qaeda, las denuncias de Amnistía Internacional que ponen en tela de juicio la naturaleza democrática de la lucha antiterrorista dirigida por Estados Unidos... todos estos factores han hecho añicos las argumentaciones del PP. Los hechos, inapelables, se llevan por delante la foto de las Azores, los arrebatos neocoloniales y el caro capricho de querer jugar a ser potencia. Todavía pueden permitirse los diputados populares el desahogo de abuchear y patalear cuando el actual Gobierno informa en el Congreso sobre estos asuntos. Pero la opinión pública lo tiene muy claro.

Son los hechos los que definen la situación. Zapatero ha tenido éxito a la hora de calmar al país y destensarlo . Es cierto que su sonrisa esconde un alto grado de indefinición y unas apuestas complejas, sobre todo en lo que se refiere a la configuración de un nuevo consenso constitucional y autonómico, pero por ahora las cosas le van bastante bien y aún dispone de mucho margen. El retorno al europeismo, los discretos giros sociales en la política interior y las tímidas aunque convenientes propuestas medioambientalistas son por ahora suficientes.

PARA EL PP tampoco es bueno aferrarse a la idea de que una investigación política sobre el atentado islamista en Madrid reivindicará su honor y desvelará el alcance de la conjura mediática y policial que supuestamente provocó el vuelco del 14-M. Sueño imposible. Porque lo malo (malo para Angel Acebes y Eduardo Zaplana) es que su manejo de la crisis abierta tras la masacre fue contemplado en vivo y directo por la ciudadanía. Eran ellos los que hablaban en televisiones y radios; ellos y Aznar atribuyeron autorías, convocaron manifestaciones, se apropiaron del escenario, llamaron a los medios, presionaron y ante los ojos de todos intentaron convertir el 11-M español en una segunda edición de lo que la administración Bush había conseguido hacer del 11-S estadounidense. ¿Cómo borrar a posteriori todo esto?

Empeñarse en el yerro no es honorable ni inteligente. El PP lo entenderá un día de éstos. Tal vez cuando comprueben el 13 de junio los efectos de su "pásalo", se decidirán a pasar de una vez de su afán de revancha, se centrarán, se darán la vuelta con discreción y harán, en fin, lo único que pueden hacer.