Pasito a pasito; suave, suavecito; nos vamos pegando, poquito a poquito…». El ritmo del último éxito de Luis Fonci ha inspirado al PP para impulsar un registro obligatorio de lobbies en el Congreso. Aplausos, pues supone un pasito en la normalización de las relaciones legisladores-sociedad civil. Aunque, un más de lo mismo, de lo que ya inventaron el PE y el Consejo conjuntamente, en el 2011, pero que no funciona. Resulta una «propuesta hueca», como señala la podemita Elizo. Y es que pese a que los grupos de interés tengan que registrar, pública y obligatoriamente, quiénes son, a qué intereses responden y con quién y para qué quieren hablar, para con ello poder vigilar mejor y contener, lo que el vicepresidente de la Cámara Baja, Prendés, llama «capitalismo de amiguetes», la iniciativa se queda corta. Solo se circunscribe al Congreso, cuando debería ampliarse al Ejecutivo para controlar a los altos cargos de la Administración; solo es obligatorio registrase cuando las reuniones se vayan a producir en el Congreso, con documentos, pero, ¿y el lobby indirecto, qué pasa con ese tan practicado?; las normas éticas a cumplir son muy lights (aportar datos verídicos, no conseguir información por vías inadecuadas ni comercializarla, o no jactarse de tener relaciones formales con los diputados); por no hablar de las sanciones por incumplimiento, una triste cancelación de la inscripción en el registro y la prohibición temporal de acceso al Congreso. Uy, qué miedo les da eso a los grandes lobbies. Están empezando a temblar, sí, pero con el hit del verano: «Despacito».

*Periodista y profesora de universidad