Durante los últimos 300 años, los genes de los Borbón han mantenido su hueco en la historia de España, excepto pequeños periodos como la incidencia bonapartista, un par de intentos republicanos y el cuarentañismo franquista, que se adueñó de la jefatura del Estado pero mantuvo la franquicia. Más de tres siglos viviendo en palacios y con mando en plaza. Eso debe dejar poso. Un sustrato histórico que seguro le permitió a la infanta Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia sacar notaza en ese periodo durante sus estudios de Ciencias Políticas. Ni siquiera tendría que tirar de biblioteca, con los cuadros, papeles y fotos de casa y las historietas del abuelo se debió marcar un trabajo académico de postín. Hay que reconocerle su excepcionalidad, ha sido la primera mujer de la familia en conseguir una licenciatura universitaria, a finales de los 80. Una época en la que, por primera vez, en las orlas de los campus del reino también tenían reflejo españolitas y españolitos que se sacaban la primera carrera sin que el árbol genealógico del espermatozoide primigenio estuviera documentado más allá de los bisabuelos. Pero va a ser recordada por ser también la primera de su Casa Real que se sienta frente a un juez para contestar a lo que le pregunte y no de testigo. Si el amor ofusca los conocimientos propios de su formación y la confianza en su esposo-socio, a la que se remite, muestra indicios de traición. ¿Cuál es el siguiente paso? Que se lo pregunte a Felipe VI.

Periodista