Que el PP ha tenido muchas dificultades para aceptar el resultado del 14-M era algo que ya sabíamos. En el mes de mayo, en el acto de homenaje que el PP organizó a José María Aznar en Madrid, el expresidente se encontró con la protesta ruidosa y espontánea de los asistentes cuando afirmó que el PSOE estaba en el Gobierno porque había ganado las elecciones y tuvo que explicarles que, aunque a él le gustaba todavía menos que a ellos el resultado electoral, no tenía ningún sentido desconocer la realidad. Buena parte de los militantes y es posible que también una buena parte de los votantes del PP, que no esperaban que su partido pudiera perder las elecciones, no han aceptado en su fuero interno el resultado del 14-M y no han dejado de considerar que el Gobierno de Rodríguez Zapatero carece de legitimidad. Es decir, no han aceptado la realidad.

Conocedores de esa situación, como no pueden no serlo, lo lógico hubiera sido que los dirigentes de un partido de Gobierno, como es el PP, hubieran construido un discurso que no alimentara esas dudas de legitimidad de parte de su militancia y de su base electoral, sino que por el contrario, hubieran construido uno destinado a hacerles entrar en razón y aceptar la realidad.

No ha sido así. A medida que ha ido avanzando la legislatura y ha empezado a hacerse sentir la acción del Gobierno socialista y que han aflorado las dificultades internas en diversos congresos regionales y provinciales, el discurso deslegitimador del resultado electoral del 14-M se ha ido imponiendo cada vez con más fuerza en la dirección del PP. Parece como si ese discurso deslegitimador fuera considerado por la dirección del PP como el único aglutinante del que dispone ante las grietas que se abren en su organización interna.

Ya fue muy evidente el deslizamiento por esta pendiente en el 15º Congreso. Y todavía más en la clausura del Congreso de Valencia, en la que Zaplana avanzó la tesis del "atentado teledirigido simplemente para hacernos perder las elecciones". Tesis que sería confirmada implícitamente por Rajoy en la clausura del Congreso de Madrid, en la que dijo textualmente: "Nosotros sabemos por qué hemos perdido las elecciones y ellos también lo saben".

La intervención de Aznar en la Comisión de Investigación del 11-M no ha hecho más que desarrollar y profundizar esta tesis. Formalmente se acepta el resultado electoral del 14-M y no se pone en cuestión la legitimidad del Gobierno socialista, pero a continuación se construye un discurso que conduce a la no aceptación de la limpieza del resultado electoral y consiguientemente a la deslegitimación del Gobierno constituido como consecuencia de dicho resultado.

SI EL ATENTADOfue el 11-M, pero hubiera sido el 4-M si las elecciones hubieran sido convocadas para el 7-M, si el atentado se planificó con la finalidad de "volcar las elecciones" y si los autores intelectuales del mismo no están "en desiertos remotos ni en montañas lejanas", ¿por qué no hay que considerar que hay un vicio en el proceso de formación de la voluntad del cuerpo electoral del 14-M?

Esta fue la esencia del discurso de Aznar con el que abrió su comparecencia y ésa fue su línea argumental en todas las respuestas a las preguntas que le formularon. Hubo una frase en su discurso inicial para reconocer formalmente el resultado electoral del 14-M y la legitimidad del Gobierno. Y hubo en la contestación a una pregunta el reconocimiento de que el PSOE estaba en el Gobierno porque había obtenido más votos que el PP. Pero fueron dos gotas de agua en un océano deslegitimador. Frente a un Gobierno limpio, que siempre dijo la verdad, un atentado sucio, suciamente planificado y suciamente aprovechado por la oposición, auxiliada por un medio de comunicación, para conseguir torcer la voluntad de los electores y llegar de esta manera al Gobierno.

Con la intervención de Aznar del pasado lunes tengo la impresión de que el PP ha pasado el Rubicón y se ha quedado sin margen de maniobra para lo que queda de legislatura. Para la dirección de un partido político es mucho más difícil corregir lo que dice que lo que hace. Su credibilidad está vinculada a la coherencia del discurso que ha construido para explicar su conducta. Y tras el discurso elaborado a partir del 15º Congreso y cerrado por Aznar esta semana, no parece que la dirección del PP vaya a poder salirse de lo que ya no va a ser un simple discurso, sino que va a convertirse en una estrategia de deslegitimación.

ME MALICIOque a partir de este momento la dirección del PP no tiene otro objetivo que acortar todo lo posible la legislatura y provocar que se convoquen elecciones anticipadas. Ya hace algún tiempo Zaplana insinuó que veía difícil que se agotara esta legislatura y Esperanza Aguirre se ha referido, ya de una manera mucho más concreta, a esta eventualidad en su discurso de aceptación de la presidencia del PP en Madrid.

En realidad es la única conducta coherente con el discurso de la deslegitimación, del "atentado teledirigido" para "volcar las elecciones". Con ese discurso no es posible ningún diálogo entre Gobierno y oposición, porque la segunda no reconoce al primero y considera que únicamente mediante una nueva manifestación de voluntad del cuerpo electoral se puede restaurar la legitimidad en el ejercicio del poder y en la acción de Gobierno. El discurso de Aznar es el anuncio de un tiempo tormentoso.

*Catedrático de Derecho Constitucionalde la Universidad de Sevilla