Estamos en tiempos muy confusos. A pesar de la crisis, observamos gestos de una sociedad opulenta, con unos sectores sociales, poco preocupados por lo cotidiano, por la pelea diaria y muy activos e inquietos por los «grandes valores». La pirámide de Maslow ya lo representaba hace unos años. Cuando lo material estaba resuelto, el individuo buscaba nuevos bienes, valores o deseos que completaran su vida. En eso estamos y los que tenemos ya unos años y cierta perspectiva de lo que había y de lo que hay, y de cómo se consiguió, estamos perplejos ante demandas, exigencias, protestas y frivolidades.

El esclavismo no hace tanto tiempo que terminó. El segregacionismo en los USA ha estado hasta hace 4 días como aquel que dice y el racismo sigue ahí eso es indudable. No solo en USA. En Cuba en 2008, los estudiantes de la Universidad de La Habana tenían unos rasgos diferentes a los de la mayoría de la población de la ciudad. Eran más blanquitos. Por ejemplo, en la Facultad de Psicología sólo había tres estudiantes negros. Curiosamente, en Argentina y Chile no hay apenas población negra ¿Tienen algo que ver los que rigieron esas naciones después de la independencia?

Este grave asunto del racismo sirve para que algunos saquen absolutamente fuera de contexto y de sentido algunas cuestiones. Desde hace ya unos años asistimos a una revisión el descubrimiento o colonización americana. Aparecen los descubridores y colonizadores españoles como unos sanguinarios sátrapas y depredadores, que terminaron con un paraíso terrenal en el que los amerindios vivían felices, sin guerras y sin problemas materiales y sociales. Perdonen, pero ese paraíso social y material no existía.

Quienes vienen hoy en día a nuestro país en patera o en cayucos, ¿lo hacen por diversión, arriesgan sus vidas? ¿han traído, en algunos momentos, algunas enfermedades felizmente controladas por la medicina de un país desarrollado? Pues quiénes se subían a las carabelas en busca de especias, otros bienes y otras tierras, hacían casi lo mismo. Digo casi porque el riesgo, la incertidumbre y las penalidades posiblemente fueran mayores entonces. Pongo esta comparación porque hay muchos amigos de las pateras tras esta relectura absurda de la historia. Por otra parte, no cabe en este corto espacio referirnos a las políticas de los países emisores y de los receptores, que empujan a numerosas comunidades, en estos tiempos, a asumir esos peligros en las pateras.

Los de las carabelas no sabían nada de lo que les esperaba. Los que vienen en pateras saben bastante más de adónde van. Para la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano, en 1519, salieron 250 personas y regresaron 18, casi 3 años más tarde. El hambre hacía que las ratas fueran en algunos momentos un manjar, por cierto, escaso (La ruta infinita, 2019). El escorbuto y otras enfermedades no les garantizaba una vida larga en el supuesto de que regresaran salvos. Hoy desde las propias pateras, a veces, se da aviso a Salvamento Marítimo. Las penalidades del descubridor de la Florida, Cabeza de Vaca, fueron también notables. Había tribus nómadas que los acogían y otras que no los aceptaban y les atacaban. La colonización, o como lo queramos llamar, fue realmente una proeza humana, nunca puesta en valor. Por cierto, el colonialismo español dejó muchas ciudades coloniales y mestizaje; el anglosajón, ni una cosa ni otra. Pobre Colón, montón de años con el «qué hay de lo mío» y ahora le quitan hasta las estatuas.

Algunos creen que el mundo comenzó en 1492, pero no, empezó mucho antes. A lo largo de toda la historia de la humanidad, el hombre ha ido moviéndose de unos sitios a otros por necesidad, sueños o ambiciones. Los romanos colonizaron España, los bárbaros invadieron el Imperio Romano y llegaron a estas tierras. Los árabes ya sabemos. Las personas siempre se han buscado la vida. Terminaban con algunas cosas y dejaban otras: lenguas, conocimientos, costumbres. Y si, también enfermedades.

A todos estos que proponen la revisión de la historia con los ojos actuales les voy a dar algunas ideas, estrambóticas como gustan. Podrían empezar por tratar de cambiar el nombre de Zaragoza, de origen romano parece. ¿Saben lo que hicieron los romanos en Numancia? La cantidad de sorianos que viven aquí lo aplaudirían. Malvados romanos que deberíamos borrarlos de nuestro legado. ¿Y la lengua? Es una lengua latina. Deberíamos sustituirla por el oregonés o español auténtico, los de entonces. Además, procedería demoler determinados edificios como el Acueducto de Segovia o la Alhambra de Granada, fruto de la invasión de este paraíso terrenal que teníamos antes de que llegaran todos esos desalmados, celtas, íberos, romanos, visigodos, árabes. En fin, un poco más de rigor.

*Profesor de la Universidad de Zaragoza