A la hora del vermú, la plaza del Pilar se encuentra casi desierta. La Basílica está cerrada. Por las puertas del cercano ayuntamiento, tan concurridas por lo común, no entra ni sale apenas nadie. Enmascarillados viandantes caminan unos debidamente separados de otros y sin mirar a nadie, como en una película de ciencia— ficción con figurantes robotizados. Un grupo de jóvenes emos toma el centro de la plaza. En silencio total, comienzan mímicamente a ensayar una coreografía danzada de estilo japonés. Su puesta en escena viene a simbolizar metafóricamente lo que está ocurriendo en la sociedad-pandemia: incomunicación, soledad, búsqueda de nuevos lenguajes…

Me quedo a comer en el casco viejo, un poco más animados los restaurantes, y veo en televisión al empresario aragonés José Luis Yzuel, presidente de Hostelería de España. Junto con otros compañeros, se está manifestando en Madrid en contra de las medidas adoptadas por el Gobierno, al que acusa de criminalizar a su sector y causar la ruina de más de 40.000 establecimientos en todo el territorio nacional. El dedo gubernamental, a través de sus manazas mediáticas, ha venido responsabilizando a hosteleros y restauradores, englobándolos injustamente a todos, de incumplir las normas de seguridad y permitir fiestas y jaranas. Como sanción, ha limitado sus horarios y aforos de tal manera que muchos se han visto obligados a echar la persiana, siendo que la inmensa mayoría cumplían escrupulosamente los mandatos y recomendaciones del comisario Illa y el resto de las patrullas sanitarias que recorren ciudades y pueblos denunciando, multando, deteniendo y clausurando a sus apatrullados espacios, horarios y bisnes. Por cada propietario de bares de copas que ha incumplido los reglamentos de la nueva anormalidad, miles de ellos los imponían y hacían respetar entre sus clientes, pero los justos están pagando por cuatro pecadores...

Sigo paseando, ya de tarde, por una Zaragoza medio paralizada, silenciosa y lenta. La gente no habla, solo camina procurando apartarse de los que vienen de frente para ganar metros de aire no contaminado que puedan conducirles sanos y salvos de vuelta a casa, donde seguir auto confinándose hasta que el doctor Simón dé permiso para viajar, salir de noche, vacunarse, ir al fútbol o reabrir el negocio.