Con muy buen criterio, el presidente del Gobierno español, José María Aznar, pidió ayer que se deje descansar en paz a los 62 militares muertos en el accidente del avión Yakolev que los traía de una difícil misión humanitaria en Afganistán. Aznar pedía paz para los muertos porque considera que en los ocho meses que han transcurrido desde el accidente su Gobierno ha estado al pie del cañón para facilitar a las familias cuanta información y serenidad necesitaban. Pero no ha sido así, de manera que la paz que reclama Aznar sólo llegará en la medida que su Gobierno responda a todas y cada una de las preguntas que se hacen los familiares de los muertos. Las prisas por echar tierra sobre lo que, sin duda alguna, fue un accidente, han desembocado en una torpeza oficial que no ha hecho más que aumentar el dolor de las familias. Los muertos del Yak tendrán paz cuando las familias tengan el convencimiento de que rezan a sus propios muertos.