El papa Francisco no siempre parece un Papa, o el Papa, porque a menudo se muestra humano y falible. Sus esfuerzos por renovar la Iglesia católica están chocando, precisamente, contra la Iglesia. Hay mar de fondo. Hay ceses fulminantes de arzobispos, obispos y sacerdotes. Decenas, centenares de ceses. Hay expedientes abiertos. Decenas, centenares de expedientes. Porque una cosa es Jorge Bergoglio y otra muy distinta la organización que preside.

En los últimos años, el gran enemigo de la Iglesia no es el islam, ni el creciente ateísmo de la sociedad moderna, sino la pederastia. Un mar y un mal de fondo que aqueja a la curia sin distinción de geografías, dignidades ni edades. Los casos de violaciones de niños y niñas a manos de educadores religiosos, curas y altos mandatarios eclesiásticos suman cifras espeluznantes en Estados Unidos, Chile, España, Alemania, Australia y un sinfín de países. El papa Francisco, cierto es, lucha contra esta lacra, pero con escasa ayuda y limitados recursos.

El mal de fondo de la pederastia es antiguo como la Iglesia misma. No siendo ahora la primera vez que se denuncia. Ya Erasmo de Rotterdam, en pleno Renacimiento, publicó un texto revolucionario, Julio II excluido del reino de los cielos (incluido en los Escritos de crítica religiosa y política, publicados por Tecnos), en el que, a modo de diálogo teatral, el poderoso pontífice Julio II conversaba intensamente con Pedro a las puertas del cielo, a fin de convencerle para que le dejase entrar.

El guardián de las llaves se resistía a hacerlo porque no entendía apenas una palabra de lo que aquel Papa pecador, lascivo, simoníaco y corrupto, al tiempo que humanista y mecenas, político y guerrero, amante y amado, argumentaba en su favor.

La Iglesia que Julio II defendía como modelo terrenal y celestial a la vez no tenía ya nada que ver con lo que predicaban Pedro, Pablo, Santiago y el resto de apóstoles que habían conocido a Jesús, y aprendido de él las enseñanzas evangéluicas.

El modelo, a pesar de Pedro, salió adelante, con sus glorias, sacrificios y lacras.Todos los papas están en el cielo. Erasmo, no. Bergoglio es duda.