Próximo a cumplirse un año de su acceso a la cúpula de la Iglesia, en este tiempo el papa Francisco ha sorprendido positivamente por gestos y mensajes que suponen un antes y un después en la Iglesia católica. Pero esos nuevos aires deben ir seguidos de hechos. Y uno de los que inapelablemente ha de protagonizar el jefe del Vaticano es actuar sin contemplaciones contra los religiosos pederastas. Es difícil poner cifras de afectados, pero el propio Vaticano admitió en el 2009 que entre 6.000 y 20.000 sacerdotes habían cometido actos de pederastia. Y ahora la ONU ha elaborado un muy duro informe en el que reclama al Vaticano que expulse de la Iglesia a los curas sospechosos de haber abusado de menores y los ponga ante justicia. Es una conclusión plenamente razonable, porque ahora la Santa Sede trata como delincuentes sexuales a los funcionarios vaticanos que incurren en esa sevicia, pero no a los restantes miembros de la Iglesia que tienen el mismo comportamiento. La erradicación o no de esta lacra será uno de los puntos capitales para juzgar la gestión del papa Bergoglio.